Por Juan A. Martínez de Osaba y
Goenaga.
La vida tiene sus cosas,
tiene espinas y tiene rosas.
Del cancionero popular
Apasionados
hasta la calle del frente, unos lanzan dardos a diestra y siniestra, con o sin
razón. Otros guardan prudencia para, al fin y al cabo caer en la razón, o mejor
dicho, su razón. Así somos los cubanos. ¡Viva el debate respetuoso! ¡Ah! Y
aunque me equivoque, no distingo a nadie que haya resultado mejor pitcher que Nolan Ryan. Él y el Meteoro de La Maya se emparentan, cada
cual en el medio donde se desempeñaron, que en sus tiempos fueron
diametralmente opuestos.
En la pelota
cubana convergen serios problemas que se abordan en las peñas, los hogares,
centros de trabajo, de estudio y en los más recónditos parajes del
archipiélago. Las cosas andan al descubierto, tocadas con las manos. Unos se
hacen de la vista gorda, otros atacan con fuerza y otros tratan de remediar el
asunto sin voz ni voto, pero mayoritariamente con amor hacia nuestro deporte.
En una apretada
síntesis, trataremos de abordar algunos, desde la óptica de un aficionado más
que, como todos, quiere regresar a los tiempos de gloria.
La prensa.
Tenemos buenos
periodistas. Otros menores, como sucede en cualquier ramo del saber. Hay
programas que la gente agradece: Béisbol
de Siempre, conducido por Yasel Porto, quien nos lleva de la mano de
hombres como Ted Williams y Armandito El Tintorero; Bola Viva, Al duro y sin guante, y otros. En la
radio ni se diga, con Deportivamente
a la cabeza, un verdadero foro donde las pasiones se desencadenan. Más los
comentarios de la prensa escrita y la digital.
De Eladio
Secades a Michel Contreras, hemos aprendido a valorar las cosas por su peso,
sin tratamientos “amigables” ni “enemigos. Ellos lograron acumular
conocimientos que van desde los aspectos técnicos hasta datos históricos. Se
extrañan Eddy Martin, Rubén Rodríguez
y Salamanca, capaces de adornar una buena jugada con las de ataño. A nuestro
juicio, ningún periodista podrá cumplir el objetivo deseado sin un pleno
dominio del arte beisbolero, que se obtiene con miles de horas frente a los
libros y los ordenadores, en la búsqueda de temas históricos, técnicos y de la
cultura general.
Pongamos un
ejemplo: cuando en la fría noche del 20 de diciembre del 2000, en el Capitán San Luis, Faustino Corrales
repartió la friolera de 22 ponches a Holguín,
debió recordarse que 47 años antes, el 24 de mayo de 1953, el derecho Gregorio
Evelio Hernández había alcanzado esa cifra en la Liga Nacional Amateur. Eddy Martin, quien fue un excelente
locutor, narrador, comentarista e historiador, recogió tales maravillas en su
libro Palabras a los setenta y… De
esa fuente hay que beber.
En Cuba han
desaparecido los comentaristas, no así en otros confines. Hay narradores,
locutores y comentaristas, cada uno en su oficio. Recuerdo que Felo Ramírez, miembro del Salón de la
Fama de Cooperstown por su capacidad narrativa, junto a René Molina (un
estudioso de la pelota), no comentaban entre innings y demás paradas; lo hacían Juan Ealo y otros eruditos. En
la radio y la televisión bien pudieran utilizarse a Yasel, Sigfredo Barros,
Ismael Sené, jugadores como el profesor universitario Pedro Medina, y otros de
capacidad demostrada. Contamos con estadísticos de lujo cual Arnelio Álvarez y
Benigno Daquinta.
Es indudable la
influencia de los periodistas, quienes pueden hacer el bien y también, sin
quererlo, el mal. En su momento expresé mi inconformidad con reservar
lanzadores para determinados desafíos en el Clásico Mundial. En más de una
ocasión Carlos Martí había declarado que conservaría la rotación que utilizó en
la Serie del Caribe. Pero allá fueron decenas de criterios públicos y técnicos
ofreciéndole perder el juego contra Japón y reservar a Lázaro Blanco para dos
jornadas después. ¡Se le pedía nada más y nada menos que perder! No hubo
uniformidad entre los especialistas; todos queríamos ganar.
Resultado: Lázaro
Blanco no estuvo preparado para esa carga psíquica, y fuera de rotación no pudo
hacerse justicia. El cielo no puede tomarse por asalto, hay que conquistarlo.
Un fardo demasiado pesado sobre sus hombros, sin la experiencia de un Huelga,
Alarcón, Hurtado, Vinent, Lazo, Tati
Valdés y otros escogidos. Tanta carga psíquica es contraproducente en un
novato, aunque sea el mejor en la actualidad, o el mejor de la última serie. Algunos
manifestaron su inconformidad, pero se impuso la sinrazón. Claro, si las cosas le
hubiesen salido bien, todos aplaudiríamos. “Pero, sin embargo, se mueve…”,
diría Galileo Galilei.
Gracias al bate
de Despaigne logramos pasar a la segunda etapa. Y el final todos lo conocemos.
No fue el único problema, pues nuestros muchachos están alejados (no por falta
de talento) de aquel nivel de juego; algo demostrado con creces, lamentablemente.
La
afición:
Los estadios se
llenan en los play off, o en algunos
partidos donde se enfrentan equipos históricos. ¿Y la participación de los
aficionados? Gritan, saltan, agradecen, ofenden, disfrutan o sufren con los
suyos y los rivales. Después abandonan la instalación contentos o cabizbajos.
Pero ¿qué ofertas tuvieron? No me refiero a las gastronómicas, que en menor o
mayor medida han mejorado. ¿Dónde están las rifas de pelotas, bates y guantes
entre la multitud? ¿Las acrobacias y movimientos danzarios entre innings? ¿El acercamiento a sus ídolos?
¿El boleto de entrada gratis buscado entre miles? ¿Los souvenirs? Y tantas otras iniciativas que se nos escapan.
Casi a diario
hay anécdotas que recordar por la amplificación, y no sucede. Tenemos miembros
del Salón de la Fama en varias provincias y, que sepa este redactor, en ninguna
están expuestos sus números en las cercas, como sucede en cualquier parte de
este mundo. Ni siquiera se anuncian sus visitas al estadio. La historia que se
va a escribir hay que cultivarla. Algunos equipos no tienen mascotas. Quizás
una encuesta popular permita ampliar las iniciativas, sin copiar del exterior,
aunque no tendría nada de malo acoger algunas que llaman la atención. El
estadio deberá ser una fiesta de principio a fin.
¿Dónde y con qué jugar?
Los niños y
jóvenes piden a gritos sus terrenos y equipamientos; de ellos brotan los
campeones. Pero la realidad es que han desaparecido los solares yermos en las
ciudades, de allí salieron Martín Dihigo, Alejandro Oms, Pedro Ramos, Casanova
y muchísimos otros. En aquellas nutridas plazas ahora se alojan edificios
multifamiliares, empresas, hoteles… Urge buscar y encontrar lugares que puedan
convertirse en áreas de participación. En una zona urbana usted no puede
conectar un batazo que rompa los cristales de los automóviles o de viviendas. El
fútbol, el baloncesto y otros se pueden improvisar en las calles, pero la
pelota se torna “peligrosa” para vecinos y transeúntes, necesita mayor espacio.
Se necesitarían
bates, guantes, pelotas, caretas y petos. Antiguamente los muchachos jugaban al
corrido de las bases, hasta sacar los outs
con pelotazos de bolas hechas con cajetillas de cigarros. Los de menos nivel adquisitivo
jugaban quimbumbia a la voz de “le doy… dale”. Tiempos que pasaron a mejor vida
con la temprana masificación del deporte, que debe ahora peligra.
Búsquedas
imperiosas:
Es necesario el
autofinanciamiento. Se dan pasos con la contratación de jugadores y
entrenadores en el exterior, más otras formas que aún resultan insuficientes. Vemos
con optimismo la apertura hacia torneos extrafronteras, incluidas las Grandes
Ligas. Sería una buena inyección, pero hasta el sol de hoy es una quimera por
los problemas políticos que todos conocemos. Para profundizar en este
importante tópico, recomiendo el artículo de Joel García Lo singular dentro de lo universal, en “Trabajadores”, 17 de abril
de 2017.
En los últimos
años más de 250 peloteros de buen nivel (no tengo la cifra exacta), han abandonado
el país en búsqueda de mejor vida económica y para probarse en otros niveles.
Lo hacen poniendo sus vidas en peligro y con acuerdos onerosos, entre ellos la
condición de no volver a residir en su país de origen, un aspecto
detalladamente tratado por Oscar Sánchez en el periódico Granma, y otros autores. Pocos llegan a la Gran Carpa, solo algunos
se destacan, como asegura Hank Aaron (el 7%).
Imaginemos por
un momento, solo imaginemos, que por una razón u otra (es solo una idea, repito)
de las Mayores se marche de un tirón esa cantidad de estelares. Automáticamente
se convertirían en clase AAA y posiblemente AA. Condiciones y recursos tendrían
para recuperarse en corto tiempo, pero se afectaría profundamente el espectáculo.
Así ha pasado en Cuba, sin disponer de tantas reservas. Aunque no es la única causa,
las Series Nacionales han caído al nivel más bajo desde su fundación, lo que repercute
en los eventos internacionales con altos niveles de profesionalismo y profesionalidad,
que no es lo mismo, pero en este caso da igual, parafraseando a Silvio
Rodríguez.
La evasión no ha
sido solo de jugadores. Una pléyade de talentosos técnicos trabajan en el
exterior: emigrantes, contratos personales y colaboradores. Claro, son más
cotizados los de un probado mayor nivel y, a su vez, con sus servicios se
benefician las arcas del país y las suyas propias, pero se resiente la calidad
del béisbol. El hombre necesita mejorar su economía, pero deshacerse de los
mejores entrenadores es un asunto que daña la calidad.
Los jugadores
contratados se foguean en la filosofía del oficio profesional (aunque a algunos
no les guste la palabra), la misma de donde debemos beber, porque es ahí donde competimos
extrafronteras después que desapareció la palabra amateur de la Carta Olímpica. Con la salida al exterior amplían su
capacidad, reciben el 80% del contrato y aportan a la Federación el 20%. Estos
últimos rembolsos para el desarrollo de nuestra pelota.
A su vez, y como
un dilema supremo, subsiste la falta de incentivo material entre quienes quedan
desempeñándose en los torneos del país, bien sean Menores de 23 o en las Series
Nacionales. Y no pocos aficionados protestan por la ausencia de los mejores en
nuestros clásicos. Deberán buscarse fórmulas para atender este problema, con
estructuras donde puedan competir todos.
La Liga
Profesional Cubana se jugaba desde finales de octubre hasta los inicios de
febrero, un tiempo exacto para que quienes se desempeñaban en otros lares
pudieran hacerlo en su país. Jugadores y aficionados agradecían la etapa
invernal. Quizás ahí tengamos el tan necesario torneo élite. Acaso con el
original nombre de Liga Cubana (así surgió en 1878), como algunos le llaman desde
ya.
En fin, hay tela por donde cortar. Ahora bien, por esa época se juegan las
Ligas Menores en el Caribe y otros países pudieran ser los escogidos por
nuestros muchachos, pues obtendrían mayores ganancias. En su momento, aquella
Liga Profesional Cubana fue la más fuerte y bien remunerada, recibía a decenas
de extranjeros. ¿Estaría el país en condiciones de aceptar semejantes retos?
¿Formación
de directores?
Ojalá me
equivoque, pero al parecer no existe en la actualidad una Escuela de Directores
de Equipos, posiblemente ni de árbitros. Cada año aparecen jugadores o no, sin
átomos de experiencia para tan compleja tarea. Una cosa es conocer por los
libros o en el terreno la pelota y otra manejar un grupo de hombres de
procedencias diversas que sienten, piensan y padecen, cada cual a su manera. Dirigir
conlleva aprendizaje, entrega absoluta, carácter, métodos para ganarse el
respeto. Y atenciones reales, sin jamás mentirles; no lo perdonarían.
Se hace
necesario profundizar en las leyes del béisbol, no solo salir al terreno a
darlo todo. Ellas exigen una serie de códigos, detalles y coherencias para
dirigir hombres y mujeres peloteras, que deberán sentir la sapiencia de quienes
mandan y responder con el reconocimiento. Que se dé a respetar y respete, que
ría en las fiestas y llore junto a ellos en el dolor.
El director que
no conozca las complejas reglas del béisbol, así como los mil y un problemas de
los súbditos, de sus éxitos y fracasos, difícilmente podrá lograr un team work. En fin, un amigo exigente y
respetado, o más temprano que tarde pasará al olvido. Quien eduque deberá ser
un evangelio vivo, según palabras de José de La Luz y Caballero.
En la
incertidumbre vivida y quizás por vivir dentro y fuera del país, algunos hasta
reclaman un torneo profesional con jugadores extranjeros. ¿Será viable?
Ya veremos.
BUEN DÍA. SEGUIMOS, COLEGAS Y AMIGOS. UN ABRAZO.
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