ESTRELLAS DEL BÉISBOL
Por Héctor Barrios Fernández
Hoy
en día nos es común escuchar o leer que algunos jugadores firman contratos de
varias decenas o centenas de millones de dólares en organizaciones del béisbol
de grandes ligas, se dice rápido y fácil. Pero esto ha costado a algunos
hombres, sobre todo a los peloteros y sus familias, sangre, sudor y lágrimas.
En
el siglo XIX, Moses Fleetwood Walker, fue expulsado del béisbol de grandes
ligas por el sólo hecho de ser de piel negra. Jackie Robinson luchó para ser
aceptado en el béisbol de ligas mayores con los Dodgers de Brooklyn, así como
Larry Doby con los Indios de Cleveland, otros como Hank Greenberg batallaron
por ser descendientes de judíos, Roberto Clemente sufrió para poder
establecerse, Andy Messersmith y Dave McNally tuvieron que ir a las cortes para
hacer valer sus derechos y no hay que quebrarse mucho la cabeza para encontrar
este tipo de lamentables situaciones.
En
nuestro país la cosa no ha sido diferente. Jugadores expulsados de por vida por
atreverse a exigir sus derechos, el mismo Héctor Espino negándose a reportarse
a la organización de los Cardenales de San Luis por no recibir lo que él
consideraba justo, lo que seguramente lo privó de jugar y triunfar en grandes
ligas, el mismo Espino negándose a jugar con los Naranjeros de Hermosillo en
1968 por defender su salario y súmele Usted.
Así
que los sueldos millonarios, los fondos de retiro, la atención médica, los
hoteles cinco estrellas, bonos por rendimiento,
etc., no son obra de la casualidad, ni son caídos del cielo, se deben a la
lucha y exigencia constante de los peloteros los cuales están organizados en
sindicato, al menos en grandes ligas.
Me
viene a la mente uno de los casos más sonados (sin que quiera decir que los
anteriores son poca cosa) dentro del béisbol.
Los
Cardenales de San Luis habían ganado la serie mundial de 1967 y el título de la
Liga Nacional en 1968, en parte gracias a su co-capitán Curt Flood, quien había
sufrido amargos momentos en ligas menores, hasta llegar a convertirse en el
mejor jardinero central del béisbol, ganador de siete guantes de oro por su
brillante fildeo.
Flood
pensaba que lo había hecho lo suficientemente bien y que al finalizar la
temporada de 1968, él estaba más que justificado para solicitar un aumento de
30 000 dólares para el año siguiente.
El
dueño de los Cardenales August “Gussie” Busch, de setenta años de edad, dueño
de un imperio cervecero, había aplastado cualquier intento de organización por
parte de sus trabajadores en su compañía cervecera y tenía poca simpatía por
los jugadores que se atrevieran a hacer una evaluación acerca de su valor.
Busch
estaba indignado por la solicitud y atrevimiento de Flood, él ya pagaba los
salarios más altos de la Liga Nacional, según decía. ¿Qué estaba pasando con el
béisbol? ¿Qué le estaba pasando al país?
Busch
estaba frecuentemente enojado aun en tiempos tranquilos, pero la Asociación de
Jugadores había incrementado su acostumbrada tirria y cuando el entrenamiento
de primavera finalmente se puso en marcha, llamó a una reunión especial para
sobajar a sus jugadores, asegurándose de que los reporteros deportivos
estuvieran presentes para que publicaran su humillación.
El
país completo se estaba yendo al infierno, les dijo que las virtudes, la
lealtad, responsabilidad, el trabajo duro, estaban siendo olvidados. Los
jugadores de béisbol estaban estropeados, chiqueados, sobre pagados.
“Si
ya no lo sabes” gritaba, “Te lo voy a decir ahora mismo… los aficionados
consideran que tuvieron altas consideraciones para el juego y los jugadores.
Muchos aficionados están diciendo que nuestros jugadores están gordos, que
ellos sólo piensan en el dinero y no en el juego”.
Si
este exhorto tenía la intención de inspirar a su equipo, tuvo un efecto opuesto
al que se proponía. Los Cardenales cayeron al cuarto lugar y Curt Flood tuvo un
año menos que excepcional, el cual fue la excusa que Busch necesitaba para
echarlo de su equipo y de su vista.
En
octubre de 1969, Flood recibió una grosera llamada telefónica de parte de un
oficial menor de la oficina de los Cardenales: después de 12 años en San Luis y
sin ninguna consideración, fue cambiado a Filadelfia como parte de un trato de
siete jugadores.
Los
Filis eran un equipo de segunda división. Flood tenía 31 años de edad, había
sido cambiado ya una vez y no deseaba mover a su familia de nuevo o dejar atrás
sus intereses. Especialmente Flood no quería finalizar su carrera ante
multitudes que celebraran que jugara fuerte ante jugadores negros.
Flood
era un hombre sensible, era un artista de la fotografía entre las temporadas y
un pensador independiente, completamente consciente de los cambios que sucedían
alrededor de él y del béisbol. Años más tarde, él explicó lo que pasó por su
mente ese otoño.
Creo que realmente
tienes que entender quién es esa persona, quién fue Curt Flood. Soy un niño de
los sesentas, soy un hombre de los 60’s. Durante ese período de tiempo este
país estaba cambiando. Estuvimos en el sureste de Asia.
…Hombres buenos
estaban muriendo por nuestro país y por nuestra constitución. En el sur de los
Estados Unidos estábamos marchando por los derechos civiles y el Dr. Martin
Luther King había sido asesinado y habíamos perdido a los Kennedy. Y pensar que
yo era simplemente un beisbolista profesional, podía ignorar lo que estaba
sucediendo fuera de las paredes del estadio Busch era verdadera hipocresía y
ahora encontraba que todos estos derechos por los que los estadounidenses
estaban muriendo, no los tuve en mi propia profesión.
Flood
decidió que no reportaría al campo de entrenamiento de los Filis. En lugar de
eso, el 24 de diciembre de 1969, escribió una carta a Bowie Kuhn, comisionado
del béisbol.
Estimado Señor
Kuhn:
Después de 12 años en las ligas
mayores….
Continuará…
Tomado
del documental “Baseball” de Ken Burns.
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