Barry Bonds, entre jonrones y esteroides
Publicado en Cubahora
Barry Bonds es el
máximo jonronero de todos los tiempos en las Grandes Ligas y quizás mucho lo
hayan olvidado, pero el ahora fornido jardinero vino a Cuba en 1984 y aquí
también se anotó varios jonrones, aunque es probable que por esa fecha todavía
no hubiera consumido esteroides.
Barry Bonds formó parte
del equipo universitario norteamericano que participó en el Campeonato Mundial
de 1984, celebrado en el estadio Latinoamericano de la capital cubana. En La
Habana, Barry jugó en 11 de los 12 partidos de su selección y no le fue nada
mal pues acumuló 3 dobles, 3 cuadrangulares y finalizó con 16 carreras
impulsadas, solo superado por las 20 del italiano Roberto Bianchi. Estados
Unidos lideró su grupo eliminatorio; pero luego, en la fase final, cayó dos
veces y eso le costó terminar en la segunda posición.
La única vez que Barry
Bonds se enfrentó al picheo cubano ocurrió el domingo 28 de octubre. Esa noche,
Julio Romero se presentó en una magnífica forma y solo les permitió a los
norteamericanos una anotación en las nueve entradas. Barry alineó como cuarto
bate y jardinero izquierdo y se fue en blanco en las cuatro oportunidades al
bate, con dos ponches incluidos. Cuba ganó el desafío 10 por 1 y ese triunfo
casi le aseguró el título del Campeonato del Mundo.
Muchas cosas cambiarían
en la vida de Barry Bonds un año después de su incursión habanera. Terminó sus
estudios universitarios en Arizona State y luego fue fichado por los Piratas de
Pittsburg. Así comenzaría a escribirse
una historia impresionante hasta que Barry cayó en un enorme escándalo por el
uso de sustancias prohibidas.
Por varias décadas se
pensó que nadie podría romper el récord de Hank Aaron de 755 cuadrangulares.
Aaron es un jugador muy querido entre los amantes al béisbol, no solo por su
carisma, sino también porque tuvo que enfrentar en la mayor parte de su carrera
deportiva un fuerte racismo. Incluso, cuando Aaron sobrepasó los 714 jonrones
de Babe Ruth hubo rechiflas en el estadio por algunos malos fanáticos que no
soportaban ver a su ídolo blanco por detrás de Aaron.
Cuando Barry Bonds
emocionó al mundo del béisbol con 73 vuelacercas en la temporadas de 2001
muchos lo vieron como el lógico sucesor de Hank Aaron; pero esa impresión iba a
cambiar rápidamente. Tres años antes, el duelo a cuadrangulares entre Mark
McGwire y Sammy Sosa había significado un gran paso de avance para el béisbol
profesional que buscaba a toda costa el regreso de los fanáticos a los
estadios, después del desastre de la huelga de 1994. McGwire y Sosa rompieron
la añeja marca de 61 jonrones impuesta en 1961 por Roger Maris, aunque muchos
expertos anunciaron que ese nuevo récord no estaba destinado a durar el mismo tiempo
que el de Maris.
Y el tiempo les dio la
razón. En 2001 Bonds quebró la marca de McGwire y disparó 73 cuadrangulares.
Paradójicamente, esa supuesta hazaña iba a colocar a Bonds en el centro de la
atención pública. ¿Cómo se podía explicar el sorpresivo y espectacular aumento
de la masa muscular y la distancia de sus batazos? Algo raro estaba pasando,
pero parecía que ni a los dueños ni a los directivos de las Grandes Ligas ni
tampoco a la prensa especializada le importaba.
El escándalo por el uso
de sustancias prohibidas no iba a demorar en explotar. En la lista de los
jugadores implicados no podían faltar Mark McGwire y Sammy Sosa. Poco después
se haría público otra desagradable noticia para los fanáticos a los deportes en
los Estados Unidos: la THG, la nueva sustancia dopante creada en el laboratorio
BALCO, de San Francisco, “curiosamente” la ciudad donde juegan los Gigantes que
tenían desde 1993 a Barry Bonds en sus filas.
Varias de las
principales estrellas del béisbol y el atletismo norteamericano fueron llamadas
a testificar por lo del laboratorio BALCO, entre ellas, Gary Sheffield, Jason
Giambi (jugó varias veces en su etapa de amateur contra Cuba) y, por supuesto,
Barry Bonds.
El controvertido libro
“Juego de Sombras”, de los periodistas Lance Williams y Mark Fainaru-Wada,
arrojó más leña al fuego al explicar que
Bonds utilizó stanozolol y otros esteroides, diseñados para no ser
detectados. No obstante, Barry siguió declarándose inocente y víctima del
racismo que según él, todavía impera en las Mayores.
Después de una larga
espera, finalmente Bonds sobrepasó a Aaron en el primer puesto de la lista
histórica y esto debería ser suficiente para llevarlo al Salón de la Fama; sin
embargo, parece destinado a integrar el “club de los malditos”, esos que nunca podrán
ingresar al templo de los inmortales en Cooperstown, Nueva York.
Ese nada selecto club
lo integran otros peloteros tramposos, entre ellos, los ocho jugadores de las
Medias Blancas de Chicago que vendieron la Serie Mundial de 1919, también Pete
Rose que apostaba en sus juegos, y más recientemente, Mark McGwire y sus
músculos llenos de nandrolona. Barry Bonds es el candidato de mayor fuerza para
unirse al club; pero seguramente no será el último, si alguien lo duda,
pregunten por Alex Rodríguez.
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