domingo, 17 de mayo de 2015

HACIA LA INMORTALIDAD

Desde el inicio a la inmortalidad….


Por Luis Eloy Ramírez Cabrera.

Transcurría el año de 1987, cuando un niño de poco más de 4 años se vestía por vez primera de pelotero, el pequeñín ingresaba a la escuela de beisbol “David  Torres”. 

Y no fue amor a primera vista como se podría suponer con el deporte que le daría fama y gloria, no señor, fue casi un debut y despedida. 

“Era la primera vez que jugaba. Lo metieron en segunda base y cuando venían a batear, al niño que le antecedía le pegaron un pelotazo. Luego de ver eso, se guindó de la cerca y de allí no lo pudo quitar nadie”, contó entre risas para una entrevista años atrás la señora  Gregoria, a quien todos llaman cariñosamente Goya, y según ella, a su pequeño hijo se le metió el miedo en el cuerpo, tanto así que no volvió a jugar en más de un año.

 “Se ponía a llorar, no quería ir a las prácticas; sin embargo, al ver a los niños entrenar, se entusiasmó y volvió al estadio”, agregó la orgullosa mamá. Eran los primeros años del vecino del humilde barrio “La Pedrera” ubicado en la ciudad de Maracay. Hoy, 32 años después aquel pequeño con miedo a que le dieran un bolazo, es sin discusión, el más completo bateador de todo el beisbol en el mundo. Su nombre: José Miguel Cabrera Torres.

Con aquel episodio como lejana anécdota, el maracayero agarraba más y más el gusto por el beisbol, mientras los años pasaban y Miguelito crecía en físico, talento y sueños. 

Fue así como siendo un niño de 13 años, en una charla manifestó de manera decidida a su padre lo que quería ser -como coincidencialmente dijo décadas antes otro predestinado, inmortal Johnny Bench-, quería ser pelotero. “Debes dedicarte a eso y a tus estudios, trabajar bastante para lograr esa meta”, fue la respuesta receptiva de su progenitor.

Y como un elegido por los dioses del beisbol, su hogar era el sitio de diseño perfecto para hacer realidad semejante decisión, pues todos sus tíos -hermanos de su madre- practicaron beisbol a alto nivel. José militó con los Tigres de Aragua y en las granjas de Kansas City; David perteneció también a los Tigres y a los Cardenales de Lara, viendo acción con las filiales los Cardenales de San Luis. Francisco participó en la selección nacional amateur de beisbol.

Pero lo más notable lo dejó el destino para su progenitora, Gregoria Torres “Goya” quien fue una destacadísima jugadora de softbol que alcanzó plaza en el seleccionado nacional de Venezuela, donde defendió el campo corto, y participo en diversas competiciones internacionales a lo largo de 14 años.

Berta Torres, la abuela materna contaba que  “El (Miguelito) siempre saltaba la empalizada para ir a jugar caimaneras en el estadio de béisbol que está detrás de la casa…”. Con el pasar de los años, el campo de las caimaneras y por qué no, de los sueños,  suerte de prolongación del patio de la casa de Miguel, se convirtió en la parada final de decenas de scouts de organizaciones de la gran carpa, quienes venían a Maracay, en busca del fenómeno, del adolescente cuyo talento deslumbraba a quienes lo veían.


 “Ellos estaban aquí, impacientes porque Miguelito no llegaba; pues no se habían percatado de que estaba en el terreno y que había entrado al saltar por la pared de la casa de la abuela. Luego, lo pusieron a fildear y lanzar la bola. No creían lo que veían. 

Después le dijeron:¡Vente a batear! Y Miguel la ponía donde quería. Iban de un lado a otro, no lo podían creer. Este muchacho como que es extraterrestre, bajó de la Luna, gritaban”.  Recordaba años atrás con motivo de la llegada de Miguelito a las grandes ligas, su tío José Torres.

Lo cierto es que los “buscadores” se equivocaban pues no se trataba de un extraterrestre pese a su increíble talento, la verdad es que José Miguel Cabrera Torres emergió como la casi totalidad de las grandes estrellas de Venezuela, de un humilde barrio, en un hogar en el que, podía faltar pan, pero no una pelota, un bate y un guante, y es que así si vive este deporte en la tierra de Bolívar.

José Torres, considera que a su difunto hermano David se le debe mucho de la formación del hoy súper astro del Big Show. Goya coincide con esta apreciación y añade que el tío “era fuerte con él para que entrenara. Nunca le decía que era bueno; en cambio, le repetía que tenía que ponerle más porque aún le faltaba demasiado”.

Su madre siempre ha comentado que “la crianza de Miguelito fue un poco dura, con humildad. No exigía nada, comprendía la situación que atravesábamos”. No es coincidencia que la necesidad económica suma y mucho al talento peloteril cuando de tomar una decisión en nuestras barriadas se trata. 

Miguel Cabrera, padre, tenía un taller de latonería y pintura; al tiempo que la mamá era ama de casa y ayudaba en las cuestiones del negocio familiar amen de su dedicación al softbol de alto nivel.

En la escuela de David Torres, el jovencito Miguel jugó hasta pre-junior (categoría de 9-10 años de edad). Cuando ascendió a junior, ingresó al equipo Fanametal en Cagua y más tarde pasó a jugar con Tigritos, dirigido por el scout de los Rojos de Cincinnati Félix Delgado.

Como miembro de una familia de atletas, Miguelito tenía talento para otros deportes en especial el voleibol, disciplina en la que resaltó hasta el punto de que le propusieron integrar la selección nacional juvenil de la especialidad pero para cuidar su brazo, su papá le prohibió jugarlo, sin embargo, Miguel lo hacía a escondidas y según cuenta Goya “cuando ganaba su sexteto, huía de los reporteros gráficos y nunca salía en las fotos para que nosotros no nos enteráramos”.


Pero pronto el beisbol lo sería todo. Su nombre alcanzó notoriedad, gracias a su desempeño en diferentes torneos regionales y nacionales, lo que le ganó un puesto en la selección juvenil que viajó al Panamericano de San Luis - EU, en 1997. 

En dicho evento Miguelito fue designado shortstop del torneo, además fue líder en jonrones e impulsadas, apenas tenía 15 años en una competencia donde la mayoría tenía 17 años incluyendo a la potencia de esa época: Cuba. 

Gracias a esta actuación, recibió varias condecoraciones, incluido su segundo premio a la excelencia de la juventud aragüeña. Fue llevado por Gilberto Mendoza a la cena anual de la Asociación Mundial de Boxeo en Las Vegas, donde compartió, entre otros, con Evander Holyfield y Larry Holmes. La historia comenzaba…..

Luego del Panamericano los scouts le perseguían, San Luis, Cincinnati y muchos más lo tenían en su radar. “No dormíamos, estudiábamos las ofertas. Qué pelotero jugaba aquí; qué chance podía tener José Miguel con las organizaciones. Eso lo hablábamos Miguel y yo en las noches, que se nos iban en puro pensar”. Contaba Goya.

El 2 de julio de 1999, en un lujoso restaurante de Maracay, Cabrera sorprendió al mundo del beisbol al firmar con los Marlins de Florida por un bono de 1 millón 800 mil dólares- hoy una suma irrisoria-, la noticia corrió como pólvora y todos los maracayeros hablaban del niño prodigio y su fabuloso contrato.

La vida de Gregoria, Miguel, José Miguel y Ruth, su hermana de 17 años, cambió por completo. La separación fue lo más doloroso. “Al principio le pegó bastante; pero él tomó esto con mucha madurez y entendió que ese era su trabajo y lo que quería hacer con su vida”. Recordaba Goya algo nostálgica.

Su ascenso como prospecto en el Baseball America era continuo, Nº 91 (2001),  38 (2002) y 12 (2003) este último ranking antes de comenzar la temporada de Ligas Menores de ese año cuando Cabrera era el principal prospecto de los Marlines. Al momento de subir a las Mayores, lideraba la Liga Sureña AA, con su club los Carolina Mudcats en bateo (365), jonrones (10) e impulsadas (59).

El día 20 de junio de 2003, José Miguel debuta en las Mayores con los Marlines, y para dejar constancia de quien llegaría a ser, disparo jonrón en su primer juego contra Al Levine, sería el primero de sus 400 vuela-bardas pero no fue un cuadrangular común: fue para romper un empate en la undécima entrada contra las Mantarrayas de Tampa Bay.

El ser llamado tan avanzada la temporada le restó oportunidad para ganar el Novato del Año de la Nacional, pese a que remolcó 69 anotaciones en apenas 87 partidos, sin embargo, al llegar la pos temporada, bateó 265 con 4 jonrones y 12 empujadas. 

Su momento de mayor éxtasis sucedió el 22 de octubre, en la Serie Mundial contra los Yankees cuando en conteo de 2-2, le sacó en el primer inning la pelota a Roger Clemens. Así con apenas 20 años conseguía su primer anillo mundialista.


El niño prodigio, el extraterrestre que dejaba boquiabiertos a los caza talentos en su campo de “La Pedrera” es hoy ya un miembro del Salón de la Fama aun faltándole años para su retiro. 

Nueve Juegos de Estrellas, tres títulos de bateo, dos premios M.V.P, cinco Bates de Plata, nueve zafras sobre 300, ocho con más de 100 anotadas y once – consecutivas- con más de 100 empujadas. El único latinoamericano con el ganador de la Triple Corona de Bateo, ya colecciona en sus 11 temporadas completas más logros que la mayoría de los integrantes de Cooperstown de los últimos 40 años. 

A todas estas como venezolanos nos sentimos orgullosos que lo alcanzado por él, ha sido gracias a las enseñanzas de su tío David, de Goya su madre, y de un talento natural que no ha requerido de “ayudas especiales” ni “Espinacas sintéticas” algo de lo que muchos otros no pueden jactarse pese a sus extraordinarios números. 

Al arribar a los 400 jonrones presentamos una pequeña biografía de quien posiblemente- si las lesiones lo dejan libre- terminará su carrera como el  mejor bateador latino de la historia: José Miguel Cabrera Torres, orgullo de Venezuela para el mundo.

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