Por Darien
Medina Bonilla
Pinar del Río, Cuba- Mañana del lunes 8 de febrero: el
frío continúa adueñándose de esta ciudad y en cada esquina se comenta de la
reciente actuación cubana en la Serie del Caribe.
Hace un año atrás esta provincia toda vibró y
disfrutó del triunfo obtenido por su equipo en este torneo; 365 días después,
el ambiente es otro.
Los Tigres de Ciego de Ávila dejaron un sabor amargo
en otra clara muestra de que la pelota cubana es algo que fue y que ya no es.
El día avanza, entre el chiste del amigo, los
cuentos del fin de semana, mientras que en la red de redes un titular comienza
a cambiar el ambiente tranquilo y rutinario del lunes: Los Hermanos Gourriel abandonan el equipo en República Dominicana.
Son de esas noticias que primero te dejan un sonrisa
y un: es mentira, debe ser una bola (como decimos acá en Cuba). El primer
impacto te deja duda, los niños mimados de la prensa deportiva cubana no harían
jamás algo así, aun cuando en esta larga historia de huida y abandonos hay
nombres que jamás despertaron la más pequeña duda.
El lunes continúa, pero te queda esa curiosidad de
que si puede ser o no puede ser. ¿Será verdad, mentira?, y entonces vuelvo a la
pc y busco, y ya es un titular repetido no en una ni en dos, sino en varias
páginas la bomba comienza a crear su onda expansiva y sigues sin creerlo, sonríes, y para dentro de
ti, te repites muchas veces: no puede ser, no puede ser, pero sabes que es.
Leo la noticia de varias formas, y el final sigue
siendo el mismo: Los hermanos Gourriel
abandonaron su equipo, ese equipo Cuba con el nombre de Ciego de Ávila, al
que nunca pudo regalarle un momento de gloria, nos dejó sin haber adornado tan
siquiera un poco, solo un poco esa deuda con el CUBA.
Los intentos le sobraron, lo momentos para vestirse
de héroe le sucedieron uno tras otro, pero el final siempre fue el mismo, hasta
hoy, en que las derrotas cambiarán de nombre porque el Yuli se nos cansó de
nuestra pelota, sintió que tocó el techo, y ahora quiere tocar el cielo azul,
ese azul por el que cambió a sus gallos motivado por la enfermedad de su papá
Lourdes Gourriel, otro de esos héroes que la prensa te inventa por encima de
otros más reales y verdaderos.
Llegó el momento en que su números fueron comparados
con los de Omar Linares, en ese intento de inventar un ídolo para que tumbara a
una leyenda, pero el mal chiste no funcionó por más vuelta que intentaron darle
a las estadísticas y Linares quedó inmune a los números de cartón, porque la
pelota es más que números y estadísticas.
La vida está hecho de momentos y tan solo uno te
puede convertir en leyenda, el tuyo Yuli, nunca llegó, te nos fuiste sin dejarnos
un lindo recuerdo, ni regalarnos una noche inolvidable, un batazo de verdad,
una jugada salvadora, una frase de humildad.
No te cuestiono tú decisión, no soy nadie para
hacerlo, como tampoco nunca me exigí admirarte, como tampoco fui de tus
detractores enfermizos que lo veían todo el blanco y negro, pero es que en
honor a la verdad, el mayor color te lo daba la prensa.
Te faltó algo o muchas cosas, o tal vez no te faltó
nada…bueno es difícil creer que no te faltó nada.
La pelota cubana pierde a unos de sus mayores
símbolos de los últimos años, ese que de la noche a la mañana descubrió las
Grandes Ligas, en el preciso momento en que el béisbol que lo lanzó al mundo se
derrumba.
Al final todos huyen por igual, no importa quién es
papá o mamá, no importa cuán consentido has sido, al final no importa nada; qué
va a importar algo en tiempos de penumbras.
En la gloria todos somos felices, y para salvar se
quedan pocos. Estuviste hasta que pudiste y quisiste, gracias Yuli, sin saber
por qué, pero gracias.
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