Cubanos, Cooperstown y la “discriminación” en el béisbol
Por Reynaldo Cruz
Durante mucho tiempo,
cubanos conocedores del béisbol de ambos lados del Estrecho de la Florida han
expuesto en numerosas tribunas sus casos de defensa hacia algunos peloteros de
la Isla que brillaron en la Gran Carpa, y los dan como candidatos de fuerza a
ser exaltados al Salón de la Fama del Béisbol de la MLB. Cuba, tal vez el
segundo país con más historia en el béisbol mundial— si se tiene en cuenta que
en la Isla se practica béisbol desde la segunda mitad del siglo XIX — , es
también una nación que trajo muchas glorias a la MLB, y muchos jugadores
criollos jugaron en el Show, y brillaron en él.
Muchos nombres afloran a
la hora de analizar los peloteros cubanos y sus contribuciones al béisbol de
las Mayores. Casos como Luis Tiant, Orestes Miñoso, Tony Oliva o Adolfo Luque
se presentan con fuertes argumentos para ser exaltados al nicho de los
inmortales en el Museo que se encuentra enclavado en el poblado de Cooperstown,
en el estado de New York. La historia de los peloteros de la isla en el béisbol
profesional de Estados Unidos se remonta tal vez a la génesis misma del deporte
rentado, cuando Esteban Bellán jugó con el Troy Haymaker de la National
Association, antecesora de la Liga Nacional. Este circuito no ostenta la
categoría de “liga mayor”, pero fue el primer circuito profesional del béisbol
norteamericano, y la presencia de Bellán en el mismo constituye sin dudas un hito
en la pelota, al ser el primer pelotero asalariado de América Latina, aunque no
de las grandes ligas.
Las omisiones “nuestras”
Algunas fuentes dan
credibilidad a la NABBP, pero su condición de Liga Mayor está totalmente
descartada, sobre todo por lo desorganizado, según dijera John Thorn en
entrevista realizada por Universo Béisbol. Aun así, el status de pionero de
Bellán queda exclusivamente limitado a Cuba, y a la importancia que tuvo como
personaje en muchos aspectos: fue el primer pelotero profesional del país en
Estados Unidos (aunque algunas fuentes explican que el matancero Rafael Julián
de la Rua jugó en la NABBP antes que Bellán), fue mentor del Club Habana en la
Liga Cubana Profesional, y disparó tres cuadrangulares en el mítico y polémico
partido del 27 de diciembre de 1874 en el Palmar de Junco.
Por razones aún no
explicadas, Bellán no apareció en el Salón de la Fama del Béisbol Cubano hasta
que el mismo no fue reabierto en noviembre de 2014, en medio de una fuerte
polémica que luego condujo a una votación fracturada y a la renuncia de varios
miembros del comité de selección. Aparentemente, y según conversaciones
sostenidas con el colega Yasel Porto de Béisbol de Siempre, es probable que en
algún momento en sus inicios se haya decidido no tomarlo en cuenta debido a que
era ciudadano norteamericano, y además de madre irlandesa — aunque también se
desconoce la fecha exacta de su muerte y el lugar en el que está enterrado.
Tras una omisión de tanto
tiempo de uno de los nuestros por parte de nosotros mismos, podríamos
preguntarnos hasta qué punto varios de los nombres que hemos defendido como
posibles candidatos a tener su placa en Cooperstown merecen realmente tal
honor. Tenemos por supuesto que tener en cuenta que además de las estadísticas,
hay otros factores que también tienen un impacto en el béisbol o la sociedad
que los votantes deben tener en cuenta. Lo negativo de esto precisamente es que
se trata de una clara y evidente espada de doble filo: el carácter, la actitud
y el comportamiento dentro y fuera del terreno de juego son elementos altamente
subjetivos que fluctúan mucho en cómo las personas los verán, porque en
ocasiones una actitud puede tener un matiz negativo para algunos y positivo
para otros. Tal vez era precisamente allí donde radicaban los estatutos del
re-fundado Salón de la Fama del Béisbol Cubano: no habría discriminación de
raza, credo o afiliación política (y esto último puede haber sido lo que dio al
traste con el proyecto).
Hay otros casos de
nuestras omisiones (incluso después que se reabrió el Salón de la Fama del
Béisbol Cubano) que también parecen imperdonables, como el caso de Tony Pérez,
el de Roberto Barbón (primer pelotero latino del béisbol japonés), y muchos
otros peloteros que aparecen exaltados en el Salón de la Fama del Béisbol
Mexicano.
Tal vez el caso más
fuerte en este aspecto sea precisamente el de Antonio Pacheco, quien abandonó
el país luego de haber dado innumerables glorias a la nación en el béisbol
tanto nacional como internacional (y haberse coronado campeón de la Serie
Nacional en más de una ocasión como jugador y manager), como el hecho de
haberse coronado campeón mundial en todas las categorías (aclarar que en aquel
tiempo los Clásicos Mundiales de Béisbol no existían). Esa exclusión
arbitraria, luego de que aparentemente la gran mayoría de los miembros del voto
final hubiesen marcado con una “x” el nombre del Capitán de Capitanes, con lo
que hubiese alcanzado los votos necesarios para ser exaltado, provocó
precisamente la renuncia de algunos intelectuales del béisbol, como Ismael
Sené, Félix Julio Alfonso, y el propio Porto, entre otros.
Los cubanos en
Cooperstown
El primer cubano exaltado
al Salón de la Fama del Béisbol en Cooperstown fue El Inmortal del Béisbol, su
excelencia Martín Dihigo, quien debajo de su nombre, en la placa ubicada entre
los exaltados en el año 1977 — en su caso por el Comité Especial de las Ligas
Negras — , tiene escrito el mote de “El Maestro”. Dihigo no jugó nunca en la
gran carpa; de hecho, de los cuatro jugadores cubanos que aparecen en el nicho
(Dihigo, Tony Pérez, Cristóbal Torriente y José de la Caridad Méndez),
solamente Tony Pérez jugó en las mayores. Los restantes dos jugadores
(Torriente y Méndez) entraron en 2007 como parte del mismo comité que exaltó a
Dihigo 30 años antes, y habían alcanzado su status de celebridad por éxitos
logrados durante enfrentamientos que hacían los equipos cubanos contra los
clubes de grandes ligas que fuera de temporada venían a la isla con el objetivo
de enfrentarse a los clubes de acá — al tiempo que disfrutaban además de
algunos placeres de Cuba, como el ron, el tabaco y las mujeres — a principios
del siglo XX.
Otros que tuvieron
números más que excepcionales, dígase Rafael Palmeiro y José Canseco, vieron
sus respectivas carreras totalmente mancilladas por el consumo de sustancias
prohibidas, con lo que sepultaron toda posibilidad de terminar en Cooperstown.
Pero resulta curioso que
de una nación que ha puesto a tantos peloteros en las mayores (y que si no ha
enviado a muchos más ha sido precisamente por las grandes contradicciones
existentes entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos desde 1959) solamente
un jugador con participación en el Show esté exaltado en Cooperstown. Tony
Pérez, miembro de la Big Red Machine de los Cincinnati Reds, era conocido sobre
todo por ser un bateador oportuno. Además de haberse coronado en la Serie
Mundial con los Reds, muestra unas estadísticas dignas de ser reconocidas a
cualquier nivel: .279 de promedio, 2,732 imparables, 505 dobles, 379
cuadrangulares, 1652 empujadas y un OPS de .804. Con esos números, era muy
difícil ignorarlo, aun si jugaba con luminarias de la talla de Johnny Bench,
Pete Rose o Joe Morgan, todos con números dignos de Cooperstown, excepto por
Rose, quien también saboteó sus posibilidades, al verse involucrado en
apuestas.
Dihigo, que está además
en los salones de la fama de México y Cuba, hizo carrera en distintos
circuitos, y su notoriedad llevó a varios grandes a referirse a él con
admiración, como el caso del estelar jugador de las Ligas Negras Buck Leonard,
quien dijo:
Fue el pelotero más
completo que conozco. Diría que fue el mejor pelotero de todos los tiempos,
negro o blanco. Podía hacerlo todo. Es mi pelotero ideal, y tampoco hace
diferencia la raza. Si no es el más grande, no sé quién lo sea. Tomen a sus
Ruths, Cobbs, y DiMaggios. Denme a Dihigo y apuesto que les ganaría casi cada
vez. (1)
Los casos de Méndez y
Torriente tuvieron su carácter de notables debido a la participación de los
tours barnstorming (2) de clubes de las grandes ligas. Méndez, bautizado por
John McGraw como “El Diamante Negro”, alcanzó la fama por sus excelentes
actuaciones ante los Cincinnati Reds, los Detroit Tigers, los Philadelphia Athletics,
los New York Giants, los Brooklyn Robins y una selección de estrellas de las
grandes ligas. Por su parte, Torriente, pintoresco defensor de la pradera
central, eclipsó nada menos que al gran Babe Ruth al disparar tres
cuadrangulares en un partido en el que el Sultan of Swat fue totalmente
silenciado.
Ambos jugadores fueron
objeto de leyenda en Cuba, y su grandeza fue magnificada en el país debido al
sentimiento anti-norteamericano imperante en la época, motivado mayormente por
las intervenciones norteamericanas y los tratados firmados por los gobiernos de
turno con los Estados Unidos. No obstante, su grandeza es incuestionada, y
tanto el uno como el otro tuvieron carreras que trascendieron en la liga cubana
y sus respectivas trayectorias son merecedoras del lugar que ocupan en el
béisbol de Cuba y Estados Unidos.
¿Omisiones de la BBWAA u
otros comités?
Quedan entonces los que
algunos llamamos discriminados, aquellos que sentimos no fueron tratados
debidamente por los votantes, y cuyas carreras y logros fueron sin lugar a
dudas totalmente pasados por alto por los comités que han tenido en algún
momento la posibilidad de estampar una cruz en la casilla que acompaña sus
nombres.
Más que nada, salen a la
luz nombres como Luis Tiant, Orestes Miñoso, Miguel Ángel Cuéllar, Adolfo
Luque, Tony Oliva, Tony Taylor o Camilo Pascual. Otros podrían ser candidatos a
ser tomados en consideración, pero los números que presentan los jugadores que
integran este grupo (y sus contribuciones al juego) son sin dudas los más
notables.
Con 27 victorias en 1923
con los Cincinnati Reds, que sumarían 194 en su carrera (3) (ante 179
derrotas), Adolfo Luque fue sin dudas la primera gran estrella del béisbol
cubano en las grandes ligas. Temperamental hasta la médula, El Orgullo de La
Habana estuvo con los Reds cuando vencieron a los Chicago White Sox en la
infame Serie Mundial de 1919 y también ayudó de manera crucial en un triunfo de
los New York Giants, adjudicándose la victoria en el último encuentro de la
Serie Mundial de 1933, como relevista. Además, ostenta dos coronas de promedio
de efectividad y de por vida lo hizo para 3.62, con WHIP de 1.288.
Sin embargo, cuando se
tiene en cuenta un dato como el Similarity Scores de Baseball-Reference, Luque
tiene una carrera cuyas estadísticas son similares a solamente un miembro del
Salón de la Fama del Béisbol, entre los diez jugadores a los que más “se
parece”. El jugador en cuestión es Rube Marquard (el quinto que más se parece a
Luque).
Veamos la comparación
teniendo en cuenta algunas estadísticas:
Pitcher G-P PCL K BB FIP
WHIP
Luque 194–179 3.24 1130
918 3.62 1.29
Marquard 201–177 3.07
1593 858 2.90 1.24
Definitivamente, números
bastante similares, con una ligera ventaja para Marquard en todos los
indicadores. Ambos se desempeñaron en épocas similares, aunque el
norteamericano inició y terminó su carrera un poco antes. Sin embargo, donde sí
aparece una ventaja para Luque, y que en este caso se torna crucial, es en el
balance neutral de victorias y derrotas. Algo notable acá es que Marquard jugó
su primer partido en 1925, y fue electo en 1971.
Lee Sinins, el mastermind
de Baseball-Encyclopedia, creó una estadística basada en la cantidad de
decisiones que tuvo un lanzador, suponiendo que en cada una de ellas hubiese
recibido un apoyo de carreras por parte de su equipo que oscilara en la media.
En el caso particular de Luque y Marquard, el cubano mejora sus números
ostensiblemente, con un balance de 212–160, mientras que el norteño se ve
afectado, cayendo a 198–180. Eso indica que en un ambiente de apoyo ofensivo
similar, Luque habría superado a Marquard en victorias.
Pero, ¿es Luque un caso
fuerte para Cooperstown?
Teniendo en cuenta sus
números, Luque es un marginal para el Salón de la Fama, un jugador cuyas
estadísticas le dan el crédito para ser incluido, pero no el crédito suficiente
como para ser un caso defendido a capa y espada. Pero más allá de las cifras,
su legado como la primera estrella latinoamericana del béisbol de las mayores
es tal vez más digno de Cooperstown que sus números, y ese incuestionable papel
como pionero en el béisbol de las grandes ligas sí le debía haber granjeado más
votos para ser incluido en el nicho de los inmortales.
Otro tirador que para
muchos también podía tener méritos para ser tomado en cuenta es el zurdo Miguel
Ángel Cuéllar, más conocido como Mike Cuéllar, quien en 15 temporadas (ocho de
ellas con los Baltimore Orioles) logró una foja de 185–130, con una corona en
victorias (24 en 1970, año en que también lideró los juegos completos con 21,
las aperturas con 40, las carreras limpias permitidas con 115 y los jonrones
con 24. Cuéllar era parte de un staff que incluía a Jim Palmer, Dave McNally y
Pat Dobson, y que tiene el mérito de haber sido el primer y único staff en la
historia del béisbol en presentar a cuatro ganadores de 20 o más partidos en la
misma temporada (1971). Esta hazaña no la ha logrado ningún otro staff, ni
aquel temible trío de los Atlanta Braves (Greg Maddux, John Smoltz y Tom
Glavine) más cualquier otro cuarto o quinto abridor que se les sumara (Steve
Avery, Kevin Millwood, Kent Merker o Denny Neagle).
Cuéllar era un lanzador
muy efectivo y ganador, con un WHIP de 1.197 de por vida, con una efectividad
de 3.14 y 1632 ponches ante 822 pasaportes en 2808 entradas de trabajo. Su
promedio de ganador y perdidos de por vida (.587) se vio en gran medida
afectado por sus dos últimas temporadas, en las que obtuvo apenas cuatro
triunfos ante 14 descalabros.
En los Similarity Scores,
Cuéllar tiene solamente a un lanzador miembro del Salón de la Fama entre los
diez jugadores más similares a él: Dazzy Vance.
Pitcher G-P PCL K BB FIP
WHIP
Cuéllar 185–130 3.14 1632
822 3.29 1.20
Vance 197–140 3.24 2045
840 3.18 1.23
Vance supera a Cuéllar en
todos los aspectos, excepto la efectividad y el WHIP, aunque hay que tener en
cuenta que ambos vivieron y jugaron en épocas totalmente diferentes. El balance
de decisiones neutrales tampoco beneficia a Cuéllar, pues incluso desciende en
15 triunfos (170–145), mientras que Dazzy Vance asciende a 201–136. Entonces,
con estos datos, el siniestro criollo no tiene tanta cabida en el templo de los
inmortales como podríamos pensar los cubanos apasionados, y si sumamos el hecho
de que Vance fue electo en 1955, 20 años después de su retiro (o sea, en su
último año de elegibilidad), podríamos además afirmar que el propio norteño no
era tan merecedor de Cooperstown como podríamos haber pensado.
En los anales de las
grandes ligas, solamente un pelotero se las ha ingeniado para ganar el título
de bateo y hits conectados en sus dos primeras campañas. Tony Oliva, quien pasó
toda su carrera como jardinero con los Minnesota Twins, se coló en ocho Juegos
de Estrellas consecutivos, ganó un Guante de Oro y el premio al Novato del Año,
con tres coronas de bateo, y fue cinco veces líder en hits, una en anotadas,
cuatro en dobles, una en bases recorridas y otra en slugging.
Sin embargo, y pese que
entre los diez peloteros más parecidos a él no aparece ningún miembro del Salón
de la Fama del Béisbol en Cooperstown, Oliva sí tiene credenciales para haber
tenido mejor suerte con los votantes.
En el Monitor del Salón
de la Fama, creado por Bill James y presente en Baseball-Reference, Oliva tiene
una puntuación ofensiva de 114, cifra que lo ubica por encima del 100 que lo
hace un posible miembro al Salón de la Fama. Además, Oliva también ostenta un
índice de tinta gris (4) de 146, por encima del 144 que promedian los miembros
del HoF, y se ubica además en el lugar 98.
Oliva habría tenido mejor
suerte si su carrera no hubiese sufrido por causa de las lesiones, y resulta
curioso que en su misma franquicia haya un pelotero con números similares (pero
en otra época, y con un campeonato de Serie Mundial a su haber): Kirby Puckett.
Bateador AVG C H HR CI
OBP OPS
Oliva .304 870 1917 220
947 .353 .830
Puckett .318 1071 2304
207 1085 .360 .837
Evidentemente, Puckett
(quien tuvo que abandonar su carrera apenas a los 34 años debido a un
padecimiento de glaucoma) aventaja al cubano en casi cada aspecto de su juego,
y solamente en los indicadores de poder Oliva es superior. Es curioso que el
slugging de ambos es casi idéntico: .476 para Oliva y .477 para Puckett.
Cuando murió el año
antepasado, Orestes Miñoso dejó un legado muy difícil de superar en la historia
de las ligas mayores e incluso el béisbol universal. Si bien todo se trató de
un “stunt” publicitario de nada menos que Bill Veeck, Minnie se convirtió en el
primer pelotero en ver acción de grandes ligas en cinco décadas distintas
(1940–1980), aunque por supuesto la visita a la década del 70 y del 80 fue
“programada” precisamente para lograr el hito. Además de esto, jugó también en
ligas independientes durante la década del 90 y en la primera década del siglo
XXI, a la edad de 77 años (2003). Ya para estos dos casos, la Major League
Baseball había puesto fin a la charada y se había rehusado a que el cubano
firmara un contrato de un día para extender una cadena que no tenía otra razón
de ser que poner su nombre en los libros de récords.
Pero la historia de
omisión de Minnie no comenzó con todas las exclusiones de todos los comités
para la elección al Salón de la Fama. Iniciando en 1951 (luego de un fragmento
de temporada en 1949 con los Cleveland Indians), Miñoso fue despojado del
premio al Novato del Año, en una desleal competencia en la que la única ventaja
que le sacaba el vencedor era el poder y jugar con los New York Yankees. El
cubano, luego de un tórrido inicio de ocho partidos con los Indians, fue
transferido a los Chicago White Sox, y a ellos comenzó a transmitir el
dinamismo cubano, al tiempo que instauró el estilo “Go-Go Sox!”, un incentivo a
dejar todo en el terreno, del cual fue protagonista y líder.
Miñoso sufrió los embates
de los votantes cuando prefirieron elegir a Gil McDougald, quien compiló .306,
con 123 inatrapables, 23 dobles, cuatro triples y 14 jonrones, empujando 63
carreras y estafando 14 bases, y archivando además un OPS de .884. Nada mal,
pero Miñoso fue mejor que él en toda la ruta: .326 de promedio, 173 hits, 34
dobles, 14 triples (líder), 10 jonrones, 76 empujadas, 31 bases robadas (líder)
y 16 pelotazos (líder). Su OPS fue de .992, por lo que no hay que discutir
mucho para saber que Miñoso — quien encabezó su liga diez veces en pelotazos recibidos,
imaginen por qué — se vio afectado por la época en que jugó, el entorno
político, social y racial de Estados Unidos en ese momento, e incluso la
ciudad.
Miñoso, a diferencia de
Luque y los demás lanzadores cubanos con credenciales para Cooperstown, no
tiene ni a un solo jugador entre sus diez más similares como miembro del Salón
de la Fama. Sin embargo, aparece con algunos indicadores que sin dudas podrían
ser tenidos en consideración. En primer lugar, muestra una índice de tinta gris
de 189, y el promedio de los inquilinos de Cooperstown es de 144. Miñoso
aparece en el lugar 50 entre los bateadores, algo bastante notable, sobre todo
si se tiene en cuenta que jugó en lo que llamaron la Era Dorada (1947–1972).
Tal vez lo reprochable de
Miñoso fue precisamente haber formado parte de las charadas de Bill Veeck, lo
cual le hizo perder un punto en su promedio ofensivo, dejándolo en .299
(posteriormente a que se redondee el promedio de .2986). Minnie no llegó a 2000
imparables, y se quedó con 186 cuadrangulares, pero sí logró sobrepasar el
millar de anotadas (1136) e impulsadas (1023) y tuvo siete nominaciones al
Juego de las Estrellas y tres Guantes de Oro. Su legado fue sin dudas enorme,
en primer lugar por haber sido el primer jugador negro en la franquicia de los
White Sox, y por todo lo que significó para esa ciudad.
Con participación en una
de las más espectaculares Series Mundiales en la historia de las mayores, la de
1975 ante los Cincinnati Reds, en la que alcanzó dos de los tres triunfos de su
equipo, Luis Tiant tuvo tal vez la más prolífica carrera de un lanzador cubano
en la historia del Big Show. Balance de 229–172, con efectividad de 3.30, un
WHIP de 1.199, dos coronas de carreras limpias, tres de lechadas y tres
campañas con más de 20 triunfos son cifras más que suficientes para tenerlo en
cuenta como uno de los verdaderos ases en la historia del béisbol de la MLB.
Tiant era un tipo
pintoresco, y un hombre capaz de sobreponerse a las adversidades. Pero más que
nada, tenía esa capacidad para lucirse en lo que en Cuba se conoce como el
“juego bueno”, sobre todo si se tiene en cuenta que su única aparición en el
Clásico de Otoño tuvo lugar nada menos que ante la Gran Maquinaria Roja, con
Johnny Bench, Tony Pérez, Joe Morgan, Pete Rose, Dave Concepción, César
Gerónimo, Ken Griffey y George Foster. El Tiante se las ingenió no solo para
completar par de triunfos ante esta poderosa batería, sino que también logró
uno de ellos por la vía de las nueve argollas, e hizo todo ello en medio de las
emociones mezcladas de haber visto a su padre por vez primera en más de 15
años.
Las cifras de Louie son
sin dudas bien sólidas, y es cierto que sufrieron los embates de tres años
malos: su último con los Cleveland Indians (9–20, 3.71, provocado mayormente
por el mal desempeño del club y el descenso de la altura de la lomita de
lanzar), su único con los Minnesota Twins (7–3, 3.40, lesiones, y luego fue
liberado) y su primero con los Red Sox (1–7, 4.85, los Red Sox se demoraron en
darle una oportunidad en las mayores y tras actuaciones intermitentes pasó al
bullpen).
Con números similares a
los de Tiant, según el Similarity Scores de baseball-reference.com, aparecen
tres miembros del Salón de la Fama del Béisbol en Cooperstown: Jim Catfish
Hunter, Jim Bunning y Don Drysdale, los dos primeros bien cercanos en las
cifras. Una comparación entre ellos ubica sin dudas a Tiant en un lugar
bastante privilegiado en cuanto a su calidad y en uno bien desventajoso
respecto a cómo le han tratado los votantes.
Pitcher G-P PCL K BB FIP
WHIP
Tiant 229–172 3.30 2416
1104 3.47 1.20
Hunter 224–166 3.26 2012
954 3.66 1.13
Bunning 224–184 3.27 2855
1000 3.22 1.18
Drysdale 209–166 2.95
2486 855 3.02 1.15
Tiant resulta
precisamente el más ganador del grupo, y no es el que más pierde. Su balance de
ponches por boleto y sus promedios sin duda son los peores del grupo, pero la
desventaja no es tan grande. Si se analizan además los balances de victorias
neutrales, tenemos al cubano con apenas un victoria menos, y Hunter desciende
mucho más que él (20 triunfos menos). Bunning aumenta sus triunfos en cuatro y
Drysdale en 10. Por otro lado, Hunter fue exaltado a Cooperstown en 1987, ocho
años después de su retiro, y otro tanto ocurrió con Bunning (1996, retirado en
1971) y Drysdale (1984, retirado en 1969). O sea, que Hunter fue el que menos
tiempo estuvo en la boleta con tres años, y curiosamente es el que se ve
superado por Tiant en los indicadores de calidad.
Victorias y derrotas
neutrales
Tiant 228–173
Hunter 204–186
Bunning 228–180
Drysdale 219–156
Esto hace que Tiant sea
mucho más que un miembro marginal al Salón de la Fama: tiene estadísticas
dignas de Cooperstown, pero por desgracia para él tuvo participación en
solamente un Clásico de Otoño, y su equipo no ganó. La comparación con
tiradores que están en la galería de los inmortales del béisbol norteamericano
indica que evidentemente puede haber habido algo de discriminación o prejuicio
racial o de otra índole hacia Tiant por parte de los votantes tanto de la BBWAA
como del Comité de Veteranos y el Comité de la Era Dorada, cuyos miembros han
excluido al cubano una y otra vez.
¿Ha habido entonces
discriminación?
Por estadísticas, podría
decirse que Tiant, Oliva y Miñoso tienen palmarés para ser considerados para
Cooperstown. Las cifras de similitud de Tiant con los tres miembros del Salón
de la Fama que se le parecen son lo bastante sólidas para decir que mereció
mejor suerte con los votantes. Oliva y Miñoso se quedaron cortos en algunas
cifras acumulativas, pues no llegaron a los dos millares de indiscutibles, y si
bien Miñoso se quedó a .298 de promedio, es un average lo suficientemente
sólido para que se le respete como un grande del béisbol.
Tal vez, la charada de
Veeck afectó la imagen de Miñoso ante los votantes, y es posible que algunos
hayan dejado de tomar en serio a Minnie. Sin embargo, su legado para los White
Sox es imperecedero, y el hecho de que hubiese sido víctima de tantos pelotazos
lo pone tal vez en un lugar cercano a Jackie Robinson en materia de las cosas
que tuvo que soportar. Se dice que una vez entró al clubhouse y gritó: “¿Quién
tiene pintura blanca?”, algo que hizo reír mucho a sus compañeros, pero que
también los hizo pensar.
Si analizamos los
indicadores de Salón de la Fama de sus estadísticas, podríamos decir que
pudieron tener mejor suerte, sin dudas. Veamos, dónde están los dos bateadores
en cuestión:
Bateador Tinta negra
Tinta gris Monitor HoF Standard HoF
Promedio HoF 27 144 100
50
Oliva 41 146 114 29
Miñoso 15 189 87 35
O sea, que por tinta
negra (veces que encabezó la liga en categorías ofensivas importantes) y por el
monitor del Salón de la Fama (Monitor HoF), creado por Bill James para ver la
probabilidades de un jugador de llegar a Cooperstown, dando valores a sus
rendimientos tanto por temporadas como de por vida. Miñoso supera a Oliva (y a
muchos otros peloteros) en la tinta gris y por el estándar del Salón de la
Fama. Curiosamente, esta métrica (también de James) alcanza una tiene como
máxima puntuación a los 100 puntos, y 50 no es más que la media de los ya
exaltados a Cooperstown.
Y ahora los lanzadores:
Lanzador Tinta negra
Tinta gris Monitor HoF Standard HoF
Promedio HoF 40 185 100
50
Luque 24 135 44 23
Cuéllar 13 107 96 35
Tiant 13 112 97 41
Sin lugar a dudas, Tiant
sigue pareciendo un caso cada vez más sólido para ser defendido en cualquier
frente como un pelotero digno del Salón de la Fama de las Grandes Ligas. Oliva
y Miñoso tienen méritos, pero realmente sus números son más fronterizos que
evidentes, y el hecho de que no haya ningún exaltado entre sus diez más
similares puede ser un elemento de peso. Es cierto que cuando dejaron de estar
en las boletas no existía el Similarity Score, ni muchas de las estadísticas
que ahora los cronistas del béisbol tienen en cuenta para votar por uno o
varios jugadores, por lo que el prejuicio pudo haber jugado su papel.
Al haberse quedado cortos
en la persecución de los dos mil hits (sobre todo teniendo en cuenta que ambos
lo habrían logrado de haber jugado una temporada completa con desempeño
mediocre), Tony y Minnie perdieron mucho terreno en este aspecto. Sin embargo,
los legados de ambos van mucho más allá, y constituían elementos de peso que
debían haber hecho que unos cuantos votantes más los tomaran en consideración.
A la larga, la
discriminación podría no ser tomada en cuenta como un factor, sobre todo si nos
percatamos de que muchos peloteros norteamericanos incluso han sido
desestimados por los votantes (dígase Alan Trammell, Dave Stieb, Jack Morris,
Carlos Delgado y otros). Es por eso que alegar a una omisión intencionada al
estilo de colusión no es una posición muy objetiva. Varios de los cubanos que
aparecen en este análisis podrían estar en Cooperstown o no, es simplemente una
cuestión de hasta qué punto gozaron de las simpatías de aquellos que elegían.
El verdadero golpe no consiste en sí si fueron o no excluidos, sino cuántos
otros, de otras naciones, incluso “el norte brutal y revuelto”, no han podido
llegar al altar que muchos creemos que les corresponde.
En conclusión, se trata
más de una cuestión subjetiva, como con cualquier votación, y como con
cualquier votación sometida a un jurado, habrá personas descontentas. Solo que
los cubanos somos a veces más descontentos que todos.
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