viernes, 19 de febrero de 2021

 





 Cubanos, Cooperstown y la “discriminación” en el béisbol


Por Reynaldo Cruz


Durante mucho tiempo, cubanos conocedores del béisbol de ambos lados del Estrecho de la Florida han expuesto en numerosas tribunas sus casos de defensa hacia algunos peloteros de la Isla que brillaron en la Gran Carpa, y los dan como candidatos de fuerza a ser exaltados al Salón de la Fama del Béisbol de la MLB. Cuba, tal vez el segundo país con más historia en el béisbol mundial— si se tiene en cuenta que en la Isla se practica béisbol desde la segunda mitad del siglo XIX — , es también una nación que trajo muchas glorias a la MLB, y muchos jugadores criollos jugaron en el Show, y brillaron en él.

 

Muchos nombres afloran a la hora de analizar los peloteros cubanos y sus contribuciones al béisbol de las Mayores. Casos como Luis Tiant, Orestes Miñoso, Tony Oliva o Adolfo Luque se presentan con fuertes argumentos para ser exaltados al nicho de los inmortales en el Museo que se encuentra enclavado en el poblado de Cooperstown, en el estado de New York. La historia de los peloteros de la isla en el béisbol profesional de Estados Unidos se remonta tal vez a la génesis misma del deporte rentado, cuando Esteban Bellán jugó con el Troy Haymaker de la National Association, antecesora de la Liga Nacional. Este circuito no ostenta la categoría de “liga mayor”, pero fue el primer circuito profesional del béisbol norteamericano, y la presencia de Bellán en el mismo constituye sin dudas un hito en la pelota, al ser el primer pelotero asalariado de América Latina, aunque no de las grandes ligas.

 

Las omisiones “nuestras”

 

Algunas fuentes dan credibilidad a la NABBP, pero su condición de Liga Mayor está totalmente descartada, sobre todo por lo desorganizado, según dijera John Thorn en entrevista realizada por Universo Béisbol. Aun así, el status de pionero de Bellán queda exclusivamente limitado a Cuba, y a la importancia que tuvo como personaje en muchos aspectos: fue el primer pelotero profesional del país en Estados Unidos (aunque algunas fuentes explican que el matancero Rafael Julián de la Rua jugó en la NABBP antes que Bellán), fue mentor del Club Habana en la Liga Cubana Profesional, y disparó tres cuadrangulares en el mítico y polémico partido del 27 de diciembre de 1874 en el Palmar de Junco.

 

Por razones aún no explicadas, Bellán no apareció en el Salón de la Fama del Béisbol Cubano hasta que el mismo no fue reabierto en noviembre de 2014, en medio de una fuerte polémica que luego condujo a una votación fracturada y a la renuncia de varios miembros del comité de selección. Aparentemente, y según conversaciones sostenidas con el colega Yasel Porto de Béisbol de Siempre, es probable que en algún momento en sus inicios se haya decidido no tomarlo en cuenta debido a que era ciudadano norteamericano, y además de madre irlandesa — aunque también se desconoce la fecha exacta de su muerte y el lugar en el que está enterrado.

 

Tras una omisión de tanto tiempo de uno de los nuestros por parte de nosotros mismos, podríamos preguntarnos hasta qué punto varios de los nombres que hemos defendido como posibles candidatos a tener su placa en Cooperstown merecen realmente tal honor. Tenemos por supuesto que tener en cuenta que además de las estadísticas, hay otros factores que también tienen un impacto en el béisbol o la sociedad que los votantes deben tener en cuenta. Lo negativo de esto precisamente es que se trata de una clara y evidente espada de doble filo: el carácter, la actitud y el comportamiento dentro y fuera del terreno de juego son elementos altamente subjetivos que fluctúan mucho en cómo las personas los verán, porque en ocasiones una actitud puede tener un matiz negativo para algunos y positivo para otros. Tal vez era precisamente allí donde radicaban los estatutos del re-fundado Salón de la Fama del Béisbol Cubano: no habría discriminación de raza, credo o afiliación política (y esto último puede haber sido lo que dio al traste con el proyecto).

 

Hay otros casos de nuestras omisiones (incluso después que se reabrió el Salón de la Fama del Béisbol Cubano) que también parecen imperdonables, como el caso de Tony Pérez, el de Roberto Barbón (primer pelotero latino del béisbol japonés), y muchos otros peloteros que aparecen exaltados en el Salón de la Fama del Béisbol Mexicano.

 

Tal vez el caso más fuerte en este aspecto sea precisamente el de Antonio Pacheco, quien abandonó el país luego de haber dado innumerables glorias a la nación en el béisbol tanto nacional como internacional (y haberse coronado campeón de la Serie Nacional en más de una ocasión como jugador y manager), como el hecho de haberse coronado campeón mundial en todas las categorías (aclarar que en aquel tiempo los Clásicos Mundiales de Béisbol no existían). Esa exclusión arbitraria, luego de que aparentemente la gran mayoría de los miembros del voto final hubiesen marcado con una “x” el nombre del Capitán de Capitanes, con lo que hubiese alcanzado los votos necesarios para ser exaltado, provocó precisamente la renuncia de algunos intelectuales del béisbol, como Ismael Sené, Félix Julio Alfonso, y el propio Porto, entre otros.

Los cubanos en Cooperstown

El primer cubano exaltado al Salón de la Fama del Béisbol en Cooperstown fue El Inmortal del Béisbol, su excelencia Martín Dihigo, quien debajo de su nombre, en la placa ubicada entre los exaltados en el año 1977 — en su caso por el Comité Especial de las Ligas Negras — , tiene escrito el mote de “El Maestro”. Dihigo no jugó nunca en la gran carpa; de hecho, de los cuatro jugadores cubanos que aparecen en el nicho (Dihigo, Tony Pérez, Cristóbal Torriente y José de la Caridad Méndez), solamente Tony Pérez jugó en las mayores. Los restantes dos jugadores (Torriente y Méndez) entraron en 2007 como parte del mismo comité que exaltó a Dihigo 30 años antes, y habían alcanzado su status de celebridad por éxitos logrados durante enfrentamientos que hacían los equipos cubanos contra los clubes de grandes ligas que fuera de temporada venían a la isla con el objetivo de enfrentarse a los clubes de acá — al tiempo que disfrutaban además de algunos placeres de Cuba, como el ron, el tabaco y las mujeres — a principios del siglo XX.

 

Otros que tuvieron números más que excepcionales, dígase Rafael Palmeiro y José Canseco, vieron sus respectivas carreras totalmente mancilladas por el consumo de sustancias prohibidas, con lo que sepultaron toda posibilidad de terminar en Cooperstown.

 

Pero resulta curioso que de una nación que ha puesto a tantos peloteros en las mayores (y que si no ha enviado a muchos más ha sido precisamente por las grandes contradicciones existentes entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos desde 1959) solamente un jugador con participación en el Show esté exaltado en Cooperstown. Tony Pérez, miembro de la Big Red Machine de los Cincinnati Reds, era conocido sobre todo por ser un bateador oportuno. Además de haberse coronado en la Serie Mundial con los Reds, muestra unas estadísticas dignas de ser reconocidas a cualquier nivel: .279 de promedio, 2,732 imparables, 505 dobles, 379 cuadrangulares, 1652 empujadas y un OPS de .804. Con esos números, era muy difícil ignorarlo, aun si jugaba con luminarias de la talla de Johnny Bench, Pete Rose o Joe Morgan, todos con números dignos de Cooperstown, excepto por Rose, quien también saboteó sus posibilidades, al verse involucrado en apuestas.

 

Dihigo, que está además en los salones de la fama de México y Cuba, hizo carrera en distintos circuitos, y su notoriedad llevó a varios grandes a referirse a él con admiración, como el caso del estelar jugador de las Ligas Negras Buck Leonard, quien dijo:

 

Fue el pelotero más completo que conozco. Diría que fue el mejor pelotero de todos los tiempos, negro o blanco. Podía hacerlo todo. Es mi pelotero ideal, y tampoco hace diferencia la raza. Si no es el más grande, no sé quién lo sea. Tomen a sus Ruths, Cobbs, y DiMaggios. Denme a Dihigo y apuesto que les ganaría casi cada vez. (1)

 

Los casos de Méndez y Torriente tuvieron su carácter de notables debido a la participación de los tours barnstorming (2) de clubes de las grandes ligas. Méndez, bautizado por John McGraw como “El Diamante Negro”, alcanzó la fama por sus excelentes actuaciones ante los Cincinnati Reds, los Detroit Tigers, los Philadelphia Athletics, los New York Giants, los Brooklyn Robins y una selección de estrellas de las grandes ligas. Por su parte, Torriente, pintoresco defensor de la pradera central, eclipsó nada menos que al gran Babe Ruth al disparar tres cuadrangulares en un partido en el que el Sultan of Swat fue totalmente silenciado.

 

Ambos jugadores fueron objeto de leyenda en Cuba, y su grandeza fue magnificada en el país debido al sentimiento anti-norteamericano imperante en la época, motivado mayormente por las intervenciones norteamericanas y los tratados firmados por los gobiernos de turno con los Estados Unidos. No obstante, su grandeza es incuestionada, y tanto el uno como el otro tuvieron carreras que trascendieron en la liga cubana y sus respectivas trayectorias son merecedoras del lugar que ocupan en el béisbol de Cuba y Estados Unidos.

 

¿Omisiones de la BBWAA u otros comités?

 

Quedan entonces los que algunos llamamos discriminados, aquellos que sentimos no fueron tratados debidamente por los votantes, y cuyas carreras y logros fueron sin lugar a dudas totalmente pasados por alto por los comités que han tenido en algún momento la posibilidad de estampar una cruz en la casilla que acompaña sus nombres.

 

Más que nada, salen a la luz nombres como Luis Tiant, Orestes Miñoso, Miguel Ángel Cuéllar, Adolfo Luque, Tony Oliva, Tony Taylor o Camilo Pascual. Otros podrían ser candidatos a ser tomados en consideración, pero los números que presentan los jugadores que integran este grupo (y sus contribuciones al juego) son sin dudas los más notables.

 

Con 27 victorias en 1923 con los Cincinnati Reds, que sumarían 194 en su carrera (3) (ante 179 derrotas), Adolfo Luque fue sin dudas la primera gran estrella del béisbol cubano en las grandes ligas. Temperamental hasta la médula, El Orgullo de La Habana estuvo con los Reds cuando vencieron a los Chicago White Sox en la infame Serie Mundial de 1919 y también ayudó de manera crucial en un triunfo de los New York Giants, adjudicándose la victoria en el último encuentro de la Serie Mundial de 1933, como relevista. Además, ostenta dos coronas de promedio de efectividad y de por vida lo hizo para 3.62, con WHIP de 1.288.

 

Sin embargo, cuando se tiene en cuenta un dato como el Similarity Scores de Baseball-Reference, Luque tiene una carrera cuyas estadísticas son similares a solamente un miembro del Salón de la Fama del Béisbol, entre los diez jugadores a los que más “se parece”. El jugador en cuestión es Rube Marquard (el quinto que más se parece a Luque).

 

Veamos la comparación teniendo en cuenta algunas estadísticas:

 

Pitcher G-P PCL K BB FIP WHIP

Luque 194–179 3.24 1130 918 3.62 1.29

Marquard 201–177 3.07 1593 858 2.90 1.24

 

Definitivamente, números bastante similares, con una ligera ventaja para Marquard en todos los indicadores. Ambos se desempeñaron en épocas similares, aunque el norteamericano inició y terminó su carrera un poco antes. Sin embargo, donde sí aparece una ventaja para Luque, y que en este caso se torna crucial, es en el balance neutral de victorias y derrotas. Algo notable acá es que Marquard jugó su primer partido en 1925, y fue electo en 1971.

 

Lee Sinins, el mastermind de Baseball-Encyclopedia, creó una estadística basada en la cantidad de decisiones que tuvo un lanzador, suponiendo que en cada una de ellas hubiese recibido un apoyo de carreras por parte de su equipo que oscilara en la media. En el caso particular de Luque y Marquard, el cubano mejora sus números ostensiblemente, con un balance de 212–160, mientras que el norteño se ve afectado, cayendo a 198–180. Eso indica que en un ambiente de apoyo ofensivo similar, Luque habría superado a Marquard en victorias.

 

Pero, ¿es Luque un caso fuerte para Cooperstown?

 

Teniendo en cuenta sus números, Luque es un marginal para el Salón de la Fama, un jugador cuyas estadísticas le dan el crédito para ser incluido, pero no el crédito suficiente como para ser un caso defendido a capa y espada. Pero más allá de las cifras, su legado como la primera estrella latinoamericana del béisbol de las mayores es tal vez más digno de Cooperstown que sus números, y ese incuestionable papel como pionero en el béisbol de las grandes ligas sí le debía haber granjeado más votos para ser incluido en el nicho de los inmortales.

 

Otro tirador que para muchos también podía tener méritos para ser tomado en cuenta es el zurdo Miguel Ángel Cuéllar, más conocido como Mike Cuéllar, quien en 15 temporadas (ocho de ellas con los Baltimore Orioles) logró una foja de 185–130, con una corona en victorias (24 en 1970, año en que también lideró los juegos completos con 21, las aperturas con 40, las carreras limpias permitidas con 115 y los jonrones con 24. Cuéllar era parte de un staff que incluía a Jim Palmer, Dave McNally y Pat Dobson, y que tiene el mérito de haber sido el primer y único staff en la historia del béisbol en presentar a cuatro ganadores de 20 o más partidos en la misma temporada (1971). Esta hazaña no la ha logrado ningún otro staff, ni aquel temible trío de los Atlanta Braves (Greg Maddux, John Smoltz y Tom Glavine) más cualquier otro cuarto o quinto abridor que se les sumara (Steve Avery, Kevin Millwood, Kent Merker o Denny Neagle).

 

Cuéllar era un lanzador muy efectivo y ganador, con un WHIP de 1.197 de por vida, con una efectividad de 3.14 y 1632 ponches ante 822 pasaportes en 2808 entradas de trabajo. Su promedio de ganador y perdidos de por vida (.587) se vio en gran medida afectado por sus dos últimas temporadas, en las que obtuvo apenas cuatro triunfos ante 14 descalabros.

 

En los Similarity Scores, Cuéllar tiene solamente a un lanzador miembro del Salón de la Fama entre los diez jugadores más similares a él: Dazzy Vance.

 

Pitcher G-P PCL K BB FIP WHIP

Cuéllar 185–130 3.14 1632 822 3.29 1.20

Vance 197–140 3.24 2045 840 3.18 1.23

 

Vance supera a Cuéllar en todos los aspectos, excepto la efectividad y el WHIP, aunque hay que tener en cuenta que ambos vivieron y jugaron en épocas totalmente diferentes. El balance de decisiones neutrales tampoco beneficia a Cuéllar, pues incluso desciende en 15 triunfos (170–145), mientras que Dazzy Vance asciende a 201–136. Entonces, con estos datos, el siniestro criollo no tiene tanta cabida en el templo de los inmortales como podríamos pensar los cubanos apasionados, y si sumamos el hecho de que Vance fue electo en 1955, 20 años después de su retiro (o sea, en su último año de elegibilidad), podríamos además afirmar que el propio norteño no era tan merecedor de Cooperstown como podríamos haber pensado.

 

En los anales de las grandes ligas, solamente un pelotero se las ha ingeniado para ganar el título de bateo y hits conectados en sus dos primeras campañas. Tony Oliva, quien pasó toda su carrera como jardinero con los Minnesota Twins, se coló en ocho Juegos de Estrellas consecutivos, ganó un Guante de Oro y el premio al Novato del Año, con tres coronas de bateo, y fue cinco veces líder en hits, una en anotadas, cuatro en dobles, una en bases recorridas y otra en slugging.

 

Sin embargo, y pese que entre los diez peloteros más parecidos a él no aparece ningún miembro del Salón de la Fama del Béisbol en Cooperstown, Oliva sí tiene credenciales para haber tenido mejor suerte con los votantes.

 

En el Monitor del Salón de la Fama, creado por Bill James y presente en Baseball-Reference, Oliva tiene una puntuación ofensiva de 114, cifra que lo ubica por encima del 100 que lo hace un posible miembro al Salón de la Fama. Además, Oliva también ostenta un índice de tinta gris (4) de 146, por encima del 144 que promedian los miembros del HoF, y se ubica además en el lugar 98.

 

Oliva habría tenido mejor suerte si su carrera no hubiese sufrido por causa de las lesiones, y resulta curioso que en su misma franquicia haya un pelotero con números similares (pero en otra época, y con un campeonato de Serie Mundial a su haber): Kirby Puckett.

 

Bateador AVG C H HR CI OBP OPS

Oliva .304 870 1917 220 947 .353 .830

Puckett .318 1071 2304 207 1085 .360 .837

 

Evidentemente, Puckett (quien tuvo que abandonar su carrera apenas a los 34 años debido a un padecimiento de glaucoma) aventaja al cubano en casi cada aspecto de su juego, y solamente en los indicadores de poder Oliva es superior. Es curioso que el slugging de ambos es casi idéntico: .476 para Oliva y .477 para Puckett.

 

Cuando murió el año antepasado, Orestes Miñoso dejó un legado muy difícil de superar en la historia de las ligas mayores e incluso el béisbol universal. Si bien todo se trató de un “stunt” publicitario de nada menos que Bill Veeck, Minnie se convirtió en el primer pelotero en ver acción de grandes ligas en cinco décadas distintas (1940–1980), aunque por supuesto la visita a la década del 70 y del 80 fue “programada” precisamente para lograr el hito. Además de esto, jugó también en ligas independientes durante la década del 90 y en la primera década del siglo XXI, a la edad de 77 años (2003). Ya para estos dos casos, la Major League Baseball había puesto fin a la charada y se había rehusado a que el cubano firmara un contrato de un día para extender una cadena que no tenía otra razón de ser que poner su nombre en los libros de récords.

 

Pero la historia de omisión de Minnie no comenzó con todas las exclusiones de todos los comités para la elección al Salón de la Fama. Iniciando en 1951 (luego de un fragmento de temporada en 1949 con los Cleveland Indians), Miñoso fue despojado del premio al Novato del Año, en una desleal competencia en la que la única ventaja que le sacaba el vencedor era el poder y jugar con los New York Yankees. El cubano, luego de un tórrido inicio de ocho partidos con los Indians, fue transferido a los Chicago White Sox, y a ellos comenzó a transmitir el dinamismo cubano, al tiempo que instauró el estilo “Go-Go Sox!”, un incentivo a dejar todo en el terreno, del cual fue protagonista y líder.

 

Miñoso sufrió los embates de los votantes cuando prefirieron elegir a Gil McDougald, quien compiló .306, con 123 inatrapables, 23 dobles, cuatro triples y 14 jonrones, empujando 63 carreras y estafando 14 bases, y archivando además un OPS de .884. Nada mal, pero Miñoso fue mejor que él en toda la ruta: .326 de promedio, 173 hits, 34 dobles, 14 triples (líder), 10 jonrones, 76 empujadas, 31 bases robadas (líder) y 16 pelotazos (líder). Su OPS fue de .992, por lo que no hay que discutir mucho para saber que Miñoso — quien encabezó su liga diez veces en pelotazos recibidos, imaginen por qué — se vio afectado por la época en que jugó, el entorno político, social y racial de Estados Unidos en ese momento, e incluso la ciudad.

 

Miñoso, a diferencia de Luque y los demás lanzadores cubanos con credenciales para Cooperstown, no tiene ni a un solo jugador entre sus diez más similares como miembro del Salón de la Fama. Sin embargo, aparece con algunos indicadores que sin dudas podrían ser tenidos en consideración. En primer lugar, muestra una índice de tinta gris de 189, y el promedio de los inquilinos de Cooperstown es de 144. Miñoso aparece en el lugar 50 entre los bateadores, algo bastante notable, sobre todo si se tiene en cuenta que jugó en lo que llamaron la Era Dorada (1947–1972).

 

Tal vez lo reprochable de Miñoso fue precisamente haber formado parte de las charadas de Bill Veeck, lo cual le hizo perder un punto en su promedio ofensivo, dejándolo en .299 (posteriormente a que se redondee el promedio de .2986). Minnie no llegó a 2000 imparables, y se quedó con 186 cuadrangulares, pero sí logró sobrepasar el millar de anotadas (1136) e impulsadas (1023) y tuvo siete nominaciones al Juego de las Estrellas y tres Guantes de Oro. Su legado fue sin dudas enorme, en primer lugar por haber sido el primer jugador negro en la franquicia de los White Sox, y por todo lo que significó para esa ciudad.

Con participación en una de las más espectaculares Series Mundiales en la historia de las mayores, la de 1975 ante los Cincinnati Reds, en la que alcanzó dos de los tres triunfos de su equipo, Luis Tiant tuvo tal vez la más prolífica carrera de un lanzador cubano en la historia del Big Show. Balance de 229–172, con efectividad de 3.30, un WHIP de 1.199, dos coronas de carreras limpias, tres de lechadas y tres campañas con más de 20 triunfos son cifras más que suficientes para tenerlo en cuenta como uno de los verdaderos ases en la historia del béisbol de la MLB.

 

Tiant era un tipo pintoresco, y un hombre capaz de sobreponerse a las adversidades. Pero más que nada, tenía esa capacidad para lucirse en lo que en Cuba se conoce como el “juego bueno”, sobre todo si se tiene en cuenta que su única aparición en el Clásico de Otoño tuvo lugar nada menos que ante la Gran Maquinaria Roja, con Johnny Bench, Tony Pérez, Joe Morgan, Pete Rose, Dave Concepción, César Gerónimo, Ken Griffey y George Foster. El Tiante se las ingenió no solo para completar par de triunfos ante esta poderosa batería, sino que también logró uno de ellos por la vía de las nueve argollas, e hizo todo ello en medio de las emociones mezcladas de haber visto a su padre por vez primera en más de 15 años.

 

Las cifras de Louie son sin dudas bien sólidas, y es cierto que sufrieron los embates de tres años malos: su último con los Cleveland Indians (9–20, 3.71, provocado mayormente por el mal desempeño del club y el descenso de la altura de la lomita de lanzar), su único con los Minnesota Twins (7–3, 3.40, lesiones, y luego fue liberado) y su primero con los Red Sox (1–7, 4.85, los Red Sox se demoraron en darle una oportunidad en las mayores y tras actuaciones intermitentes pasó al bullpen).

 

Con números similares a los de Tiant, según el Similarity Scores de baseball-reference.com, aparecen tres miembros del Salón de la Fama del Béisbol en Cooperstown: Jim Catfish Hunter, Jim Bunning y Don Drysdale, los dos primeros bien cercanos en las cifras. Una comparación entre ellos ubica sin dudas a Tiant en un lugar bastante privilegiado en cuanto a su calidad y en uno bien desventajoso respecto a cómo le han tratado los votantes.

 

Pitcher G-P PCL K BB FIP WHIP

Tiant 229–172 3.30 2416 1104 3.47 1.20

Hunter 224–166 3.26 2012 954 3.66 1.13

Bunning 224–184 3.27 2855 1000 3.22 1.18

Drysdale 209–166 2.95 2486 855 3.02 1.15

 

Tiant resulta precisamente el más ganador del grupo, y no es el que más pierde. Su balance de ponches por boleto y sus promedios sin duda son los peores del grupo, pero la desventaja no es tan grande. Si se analizan además los balances de victorias neutrales, tenemos al cubano con apenas un victoria menos, y Hunter desciende mucho más que él (20 triunfos menos). Bunning aumenta sus triunfos en cuatro y Drysdale en 10. Por otro lado, Hunter fue exaltado a Cooperstown en 1987, ocho años después de su retiro, y otro tanto ocurrió con Bunning (1996, retirado en 1971) y Drysdale (1984, retirado en 1969). O sea, que Hunter fue el que menos tiempo estuvo en la boleta con tres años, y curiosamente es el que se ve superado por Tiant en los indicadores de calidad.

 

Victorias y derrotas neutrales

 

Tiant 228–173

Hunter 204–186

Bunning 228–180

Drysdale 219–156

 

Esto hace que Tiant sea mucho más que un miembro marginal al Salón de la Fama: tiene estadísticas dignas de Cooperstown, pero por desgracia para él tuvo participación en solamente un Clásico de Otoño, y su equipo no ganó. La comparación con tiradores que están en la galería de los inmortales del béisbol norteamericano indica que evidentemente puede haber habido algo de discriminación o prejuicio racial o de otra índole hacia Tiant por parte de los votantes tanto de la BBWAA como del Comité de Veteranos y el Comité de la Era Dorada, cuyos miembros han excluido al cubano una y otra vez.

 

¿Ha habido entonces discriminación?

 

Por estadísticas, podría decirse que Tiant, Oliva y Miñoso tienen palmarés para ser considerados para Cooperstown. Las cifras de similitud de Tiant con los tres miembros del Salón de la Fama que se le parecen son lo bastante sólidas para decir que mereció mejor suerte con los votantes. Oliva y Miñoso se quedaron cortos en algunas cifras acumulativas, pues no llegaron a los dos millares de indiscutibles, y si bien Miñoso se quedó a .298 de promedio, es un average lo suficientemente sólido para que se le respete como un grande del béisbol.

 

Tal vez, la charada de Veeck afectó la imagen de Miñoso ante los votantes, y es posible que algunos hayan dejado de tomar en serio a Minnie. Sin embargo, su legado para los White Sox es imperecedero, y el hecho de que hubiese sido víctima de tantos pelotazos lo pone tal vez en un lugar cercano a Jackie Robinson en materia de las cosas que tuvo que soportar. Se dice que una vez entró al clubhouse y gritó: “¿Quién tiene pintura blanca?”, algo que hizo reír mucho a sus compañeros, pero que también los hizo pensar.

 

Si analizamos los indicadores de Salón de la Fama de sus estadísticas, podríamos decir que pudieron tener mejor suerte, sin dudas. Veamos, dónde están los dos bateadores en cuestión:

 

Bateador Tinta negra Tinta gris Monitor HoF Standard HoF

Promedio HoF 27 144 100 50

Oliva 41 146 114 29

Miñoso 15 189 87 35

 

O sea, que por tinta negra (veces que encabezó la liga en categorías ofensivas importantes) y por el monitor del Salón de la Fama (Monitor HoF), creado por Bill James para ver la probabilidades de un jugador de llegar a Cooperstown, dando valores a sus rendimientos tanto por temporadas como de por vida. Miñoso supera a Oliva (y a muchos otros peloteros) en la tinta gris y por el estándar del Salón de la Fama. Curiosamente, esta métrica (también de James) alcanza una tiene como máxima puntuación a los 100 puntos, y 50 no es más que la media de los ya exaltados a Cooperstown.

 

Y ahora los lanzadores:

 

Lanzador Tinta negra Tinta gris Monitor HoF Standard HoF

Promedio HoF 40 185 100 50

Luque 24 135 44 23

Cuéllar 13 107 96 35

Tiant 13 112 97 41

 

Sin lugar a dudas, Tiant sigue pareciendo un caso cada vez más sólido para ser defendido en cualquier frente como un pelotero digno del Salón de la Fama de las Grandes Ligas. Oliva y Miñoso tienen méritos, pero realmente sus números son más fronterizos que evidentes, y el hecho de que no haya ningún exaltado entre sus diez más similares puede ser un elemento de peso. Es cierto que cuando dejaron de estar en las boletas no existía el Similarity Score, ni muchas de las estadísticas que ahora los cronistas del béisbol tienen en cuenta para votar por uno o varios jugadores, por lo que el prejuicio pudo haber jugado su papel.

 

Al haberse quedado cortos en la persecución de los dos mil hits (sobre todo teniendo en cuenta que ambos lo habrían logrado de haber jugado una temporada completa con desempeño mediocre), Tony y Minnie perdieron mucho terreno en este aspecto. Sin embargo, los legados de ambos van mucho más allá, y constituían elementos de peso que debían haber hecho que unos cuantos votantes más los tomaran en consideración.

 

A la larga, la discriminación podría no ser tomada en cuenta como un factor, sobre todo si nos percatamos de que muchos peloteros norteamericanos incluso han sido desestimados por los votantes (dígase Alan Trammell, Dave Stieb, Jack Morris, Carlos Delgado y otros). Es por eso que alegar a una omisión intencionada al estilo de colusión no es una posición muy objetiva. Varios de los cubanos que aparecen en este análisis podrían estar en Cooperstown o no, es simplemente una cuestión de hasta qué punto gozaron de las simpatías de aquellos que elegían. El verdadero golpe no consiste en sí si fueron o no excluidos, sino cuántos otros, de otras naciones, incluso “el norte brutal y revuelto”, no han podido llegar al altar que muchos creemos que les corresponde.

 

En conclusión, se trata más de una cuestión subjetiva, como con cualquier votación, y como con cualquier votación sometida a un jurado, habrá personas descontentas. Solo que los cubanos somos a veces más descontentos que todos.

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