ESTRELLAS DEL BÉISBOL
Por Héctor Barrios
Fernández.
En el otoño de 1970, el
comisionado del béisbol Bowie Kuhn citó a Jim Bouton a su oficina en Manhattan.
Sentado entre dos
banderas de los Estados Unidos, el comisionado le dijo que tenía algo serio que
discutir.
Bouton, una vez un
Yankee y ahora un lanzador relevista con los Astros de Houston, ese verano
había publicado un libro llamado “Bola Cuatro” el cual había vendido más copias
en menor tiempo que cualquier otro libro deportivo en la historia, no porque
glorificara el juego, sino porque sin duda hablaba con franqueza.
En él, Bouton
había descrito la vida en las giras con fuertes detalles: mujeres, alcohol,
fricciones raciales, blasfemias, obscenidades, pastillas estimulantes,
lanzamientos ilegales, dueños tacaños.
La institución del
béisbol estaba indignada. Ex compañeros de equipo se sintieron traicionados.
Mickey Mantle no quiso hablar con Bouton nunca más. Los Padres de San Diego
quemaron en público una copia del libro.
Su autor fue llamado mentiroso, “un
lépero social,” un traidor al juego. Nadie estaba más molesto que Pete Rose,
quien había gritado a Bouton desde el dugout de Cincinnati, ¡al diablo con
Shakespeare!
El mismo Bowie Kuhn
había declarado sobre el libro como un “daño al béisbol,” y ahora muy discretamente
él esperaba enmendar algo del daño causado. “El comisionado dijo que iba a
hacerme un gran favor”, recuerda Bouton.
“Dijo que él sabía que yo me daba
cuenta de que había cometido un terrible error y todo lo que yo tenía que hacer
era simplemente firmar una declaración que él había preparado. La declaración
decía, en efecto, que el libro era un puñado de mentiras y esto era culpa de mi
editor Leonard Shechter".
Bouton se negó a
firmar. Para bien o para mal, “Bola Cuatro” era su libro, la fotografía que
pintaba del juego que él había jugado era tan exacta como él creía. Kuhn, de
acuerdo a la versión de Bouton, “pasó las siguientes tres horas tratando de
sacar una promesa de que yo nunca revelaría lo que pasó en nuestra reunión”.
El lanzador no estaría de
acuerdo con eso tampoco. Después de todo, para las personas enteradas, nada en
su libro era nuevo, ellos sabían que esta parte podrida del juego era tan vieja
como el deporte mismo.
Pero eso había sido
siempre su secreto celosamente guardado, que al revelarlo, ellos creían que
sería malo para el juego, para los dueños era malo para sus ganancias y para
los jugadores era malo para su reputación.
Lo que fue noticia era
que el aficionado ordinario había sido puesto en conocimiento. En una era de
acelerado cinismo acerca de políticas y políticos nacionales, era mucho esperar que el
pasatiempo nacional estuviera exento.
Al comienzo de la
década de los setentas, el béisbol parecía cercado. Muchos aficionados ahora se
fijaban en el football en la televisión, más que en el béisbol. El caso de Curt
Flood, tratándose en las cortes federales, presagiaba la terminación de la
cláusula de reserva y si fuera como los dueños creían, sería el fin del béisbol
también.
Mientras tanto, las
páginas deportivas sugerían que el libro de Bouton había solamente rascado en
la superficie.
El lanzador Denny McClain, quien había ganado en dos temporadas
seguidas el trofeo Cy Young, estaba suspendido por cuatro incidentes, agredir a
un empleado de un lote de estacionamiento, vaciar agua helada a un reportero,
llevar una pistola en un avión e invertir en apuestas ilegales.
También estaba
creciendo el rumor de una huelga de jugadores, y por primera vez en la historia
la serie mundial había sido jugada en pasto artificial, esto sucedió en el
nuevo estadio Riverfront de Cincinnati.
Los Rojos de Cincinnati
en 1970, eran jóvenes, fuertes y con gran determinación, se enfrentaron a los
Orioles de Baltimore, quienes habían sido humillados por los Mets en la pasada
serie.
Pero Baltimore tenía a Brooks Robinson y él proveía lo suficiente para
ganar. Contaba con 33 años de edad, un veterano de 16 temporadas como tercera
base, poseedor de una gracia poco común y un chistoso apodo, “la aspiradora
humana”.
Una y otra vez, Robinson se aventó, saltó, voló para apagar las
esperanzas de los bateadores de Cincinnati. Bernie Carbo, Lee May (dos veces),
Bobby Tolan, Tony Pérez, Tommy Helms y Johnny Bench (dos veces).
Los Orioles ganaron la
serie en cinco juegos, ayudados por seis carreras producidas por Brooks Robinson,
un triste Pete Rose admitió, “pertenece a una liga de más alto nivel”.
Fue uno de los más
grandes desempeños presentados por un solo jugador en la historia del béisbol,
la mayor evidencia vivida que, como sea no concuerda con el béisbol tras bambalinas,
el juego en el campo nunca había sido mejor.
Tomado del documental
“béisbol” de Ken Burns.
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