domingo, 7 de mayo de 2017

JIM BOUTON: BOLA CUATRO

ESTRELLAS DEL BÉISBOL


Por Héctor Barrios Fernández.


En el otoño de 1970, el comisionado del béisbol Bowie Kuhn citó a Jim Bouton a su oficina en Manhattan.

Sentado entre dos banderas de los Estados Unidos, el comisionado le dijo que tenía algo serio que discutir.

Bouton, una vez un Yankee y ahora un lanzador relevista con los Astros de Houston, ese verano había publicado un libro llamado “Bola Cuatro” el cual había vendido más copias en menor tiempo que cualquier otro libro deportivo en la historia, no porque glorificara el juego, sino porque sin duda hablaba con franqueza. 

En él, Bouton había descrito la vida en las giras con fuertes detalles: mujeres, alcohol, fricciones raciales, blasfemias, obscenidades, pastillas estimulantes, lanzamientos ilegales, dueños tacaños.


La institución del béisbol estaba indignada. Ex compañeros de equipo se sintieron traicionados. Mickey Mantle no quiso hablar con Bouton nunca más. Los Padres de San Diego quemaron en público una copia del libro. 

Su autor fue llamado mentiroso, “un lépero social,” un traidor al juego. Nadie estaba más molesto que Pete Rose, quien había gritado a Bouton desde el dugout de Cincinnati, ¡al diablo con Shakespeare!

El mismo Bowie Kuhn había declarado sobre el libro como un “daño al béisbol,” y ahora muy discretamente él esperaba enmendar algo del daño causado. “El comisionado dijo que iba a hacerme un gran favor”, recuerda Bouton.

 “Dijo que él sabía que yo me daba cuenta de que había cometido un terrible error y todo lo que yo tenía que hacer era simplemente firmar una declaración que él había preparado. La declaración decía, en efecto, que el libro era un puñado de mentiras y esto era culpa de mi editor Leonard Shechter".


Bouton se negó a firmar. Para bien o para mal, “Bola Cuatro” era su libro, la fotografía que pintaba del juego que él había jugado era tan exacta como él creía. Kuhn, de acuerdo a la versión de Bouton, “pasó las siguientes tres horas tratando de sacar una promesa de que yo nunca revelaría lo que pasó en nuestra reunión”. 

El lanzador no estaría de acuerdo con eso tampoco. Después de todo, para las personas enteradas, nada en su libro era nuevo, ellos sabían que esta parte podrida del juego era tan vieja como el deporte mismo.

Pero eso había sido siempre su secreto celosamente guardado, que al revelarlo, ellos creían que sería malo para el juego, para los dueños era malo para sus ganancias y para los jugadores era malo para su reputación.

Lo que fue noticia era que el aficionado ordinario había sido puesto en conocimiento. En una era de acelerado cinismo acerca de políticas y políticos  nacionales, era mucho esperar que el pasatiempo nacional estuviera exento.



Al comienzo de la década de los setentas, el béisbol parecía cercado. Muchos aficionados ahora se fijaban en el football en la televisión, más que en el béisbol. El caso de Curt Flood, tratándose en las cortes federales, presagiaba la terminación de la cláusula de reserva y si fuera como los dueños creían, sería el fin del béisbol también.

Mientras tanto, las páginas deportivas sugerían que el libro de Bouton había solamente rascado en la superficie. 

El lanzador Denny McClain, quien había ganado en dos temporadas seguidas el trofeo Cy Young, estaba suspendido por cuatro incidentes, agredir a un empleado de un lote de estacionamiento, vaciar agua helada a un reportero, llevar una pistola en un avión e invertir en apuestas ilegales.

También estaba creciendo el rumor de una huelga de jugadores, y por primera vez en la historia la serie mundial había sido jugada en pasto artificial, esto sucedió en el nuevo estadio Riverfront de Cincinnati.



Los Rojos de Cincinnati en 1970, eran jóvenes, fuertes y con gran determinación, se enfrentaron a los Orioles de Baltimore, quienes habían sido humillados por los Mets en la pasada serie. 

Pero Baltimore tenía a Brooks Robinson y él proveía lo suficiente para ganar. Contaba con 33 años de edad, un veterano de 16 temporadas como tercera base, poseedor de una gracia poco común y un chistoso apodo, “la aspiradora humana”. 

Una y otra vez, Robinson se aventó, saltó, voló para apagar las esperanzas de los bateadores de Cincinnati. Bernie Carbo, Lee May (dos veces), Bobby Tolan, Tony Pérez, Tommy Helms y Johnny Bench (dos veces).

Los Orioles ganaron la serie en cinco juegos, ayudados por seis carreras producidas por Brooks Robinson, un triste Pete Rose admitió, “pertenece a una liga de más alto nivel”.

Fue uno de los más grandes desempeños presentados por un solo jugador en la historia del béisbol, la mayor evidencia vivida que, como sea no concuerda con el béisbol tras bambalinas, el juego en el campo nunca había sido mejor.


Tomado del documental “béisbol” de Ken Burns.

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