La wifi, la serie mundial
y una maldición
Por: Darien Medina
Bonilla
No sé si era ese
deseo enorme de volver a sentir vivo mi amor por el béisbol o una leve saturación de goles y más goles en
mi cabeza y en todo mi cuerpo, que salí a buscarme un amor para octubre y que
terminó en una madrugada de noviembre sentado en un parque con las manos
heladas, la piel erizada y una maldición rota.
Esto de las
Grandes Ligas me parece un monstruo tan grande y tan alejado de mi acceso a la
información que mi seguimiento durante toda la temporada viene a tomar
verdadera seriedad cuando llega la postemporada y me ilusiono con que mis
Cardenales levanten vuelo hasta atrapar un anillo, pero siento que me pierdo
mucho si solo me pinto de rojo y entonces decido simplemente disfrutar del
béisbol y punto, pero al final te das cuenta que eso de andar solo para
disfrutar sin tomar partida del juego es bien aburrido, tanto como la música
reguetonera de mis vecinos, y alguien al final se va robando trocitos de ti y
se te va colando, como solo ocurre en octubre.
Me pasó con unos
cachorros maldecidos por un viejo señor ya hace muchos años, una maldición tan
larga como la distancia entre mi isla y el béisbol de la Grandes Ligas, una
distancia que se multiplica gracias a nuestra tv, que piensa que tanta sed de
béisbol de buen nivel se puede sacear con resúmenes editados de 2 minutos una
vez al día, y nada más.
Y se me hace una
cola enorme de llamadas cada noche de amigos, que no tienen la llave para abrir
una puerta que le enseñe al menos una noche 9 inning de pasión, porque no
pueden conciliar su sueño si no saben qué ha pasado, y ahí estoy yo frente a mi
pc leyendo textos que describen jugadas o tablas de anotaciones en vivo que me
ayudan a inventarme un estadio, un ambiente, es como leer un libro y desatar tu
imaginación, cada cubano tiene en su mente a sus Grandes Ligas.
Pero hay noches en
las que la imaginación no basta, que necesitas sentir, ver, vivir, porque
tienes el presentimiento de que habrá historia y quieres ser parte de ella, y
te buscas un móvil, vas a tu ahorros y te lanzas a comprar par de horas de
internet wifi sabiendo que tu bolsillo se lo va sentir en lo más profundo de su
alma que al mismo tiempo es la tuya.
Es la última noche,
en casa, una primitiva conexión a internet me ayuda a seguir en esas tablas
repletas de números fríos, y no hacen más que llenarte de nervios, ansiedad,
desespero, quieres esperas más para irte con tus horas de internet y un par de
amigos a ver en una pantallita lo que parece ser las últimas horas de una jodida
maldición.
Y me enfrío cuando
aparecen dos números 6 en la pantalla, ahí sigue la cabra y su maldición, ya
son dos maldiciones me aparece otra, la de internet, esa me la he inventado yo,
pero créeme que existe tengo hechos fehacientes que lo demuestran hay una
maldición de internet: no aparece cuando la necesitas (al menos para mí).
Empate, la
conexión que viene y va en un parque que comienza a quedarse solo, con un frío
que no entraba en mis pronósticos meteorológicos, y esta wifi que solo llega
cuando ella entiende, y la hicimos entender, en medio de la lluvia de
Cleveland, llegó ella, pausa larga que nos llevó a la madrugada y a vivir la
historia en imágenes ligadas con nervios y esa primera sensación con 28 años de
que mis ojos disfrutasen por primera vez en vivo una Serie Mundial, ya sabemos
la magia de la primera vez y no vale la pena reescribirla otra vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario