jueves, 3 de noviembre de 2016

DARIÉN MEDINA Y EL CLÁSICO OTOÑAL...

La wifi, la serie mundial y una maldición

Por: Darien Medina Bonilla
  


No sé si era ese deseo enorme de volver a sentir vivo mi amor por el béisbol  o una leve saturación de goles y más goles en mi cabeza y en todo mi cuerpo, que salí a buscarme un amor para octubre y que terminó en una madrugada de noviembre sentado en un parque con las manos heladas, la piel erizada y una maldición rota.

Esto de las Grandes Ligas me parece un monstruo tan grande y tan alejado de mi acceso a la información que mi seguimiento durante toda la temporada viene a tomar verdadera seriedad cuando llega la postemporada y me ilusiono con que mis Cardenales levanten vuelo hasta atrapar un anillo, pero siento que me pierdo mucho si solo me pinto de rojo y entonces decido simplemente disfrutar del béisbol y punto, pero al final te das cuenta que eso de andar solo para disfrutar sin tomar partida del juego es bien aburrido, tanto como la música reguetonera de mis vecinos, y alguien al final se va robando trocitos de ti y se te va colando, como solo ocurre en octubre.


Me pasó con unos cachorros maldecidos por un viejo señor ya hace muchos años, una maldición tan larga como la distancia entre mi isla y el béisbol de la Grandes Ligas, una distancia que se multiplica gracias a nuestra tv, que piensa que tanta sed de béisbol de buen nivel se puede sacear con resúmenes editados de 2 minutos una vez al día, y nada más.

Y se me hace una cola enorme de llamadas cada noche de amigos, que no tienen la llave para abrir una puerta que le enseñe al menos una noche 9 inning de pasión, porque no pueden conciliar su sueño si no saben qué ha pasado, y ahí estoy yo frente a mi pc leyendo textos que describen jugadas o tablas de anotaciones en vivo que me ayudan a inventarme un estadio, un ambiente, es como leer un libro y desatar tu imaginación, cada cubano tiene en su mente a sus Grandes Ligas.

Pero hay noches en las que la imaginación no basta, que necesitas sentir, ver, vivir, porque tienes el presentimiento de que habrá historia y quieres ser parte de ella, y te buscas un móvil, vas a tu ahorros y te lanzas a comprar par de horas de internet wifi sabiendo que tu bolsillo se lo va sentir en lo más profundo de su alma que al mismo tiempo es la tuya.

Es la última noche, en casa, una primitiva conexión a internet me ayuda a seguir en esas tablas repletas de números fríos, y no hacen más que llenarte de nervios, ansiedad, desespero, quieres esperas más para irte con tus horas de internet y un par de amigos a ver en una pantallita lo que parece ser las últimas horas de una jodida maldición.


Y me enfrío cuando aparecen dos números 6 en la pantalla, ahí sigue la cabra y su maldición, ya son dos maldiciones me aparece otra, la de internet, esa me la he inventado yo, pero créeme que existe tengo hechos fehacientes que lo demuestran hay una maldición de internet: no aparece cuando la necesitas (al menos para mí).


Empate, la conexión que viene y va en un parque que comienza a quedarse solo, con un frío que no entraba en mis pronósticos meteorológicos, y esta wifi que solo llega cuando ella entiende, y la hicimos entender, en medio de la lluvia de Cleveland, llegó ella, pausa larga que nos llevó a la madrugada y a vivir la historia en imágenes ligadas con nervios y esa primera sensación con 28 años de que mis ojos disfrutasen por primera vez en vivo una Serie Mundial, ya sabemos la magia de la primera vez y no vale la pena reescribirla otra vez.

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