viernes, 28 de octubre de 2016

LA ESTATUA DE HÉCTOR ESPINO


Por Carlos Rodríguez Candila



Lic. Jesús Alberto Rubio Salazar: leyendo diversas notas, sobre todo el correo electrónico de Antonio Elizarrarás entre política y deporte, los asuntos son muy interesantes y su genialidad de reproducir todo vale considerarla.

Me refiero y considero que tener idolatría hacia un ser o quizá un icono es forma de creencia o más bien de haber entendido al personaje y admirar su grandeza que no superan otros, admirable alentador y procurador de preservar figuras que quienes lo vimos   vivimos  sus grandes facultades.

Jamás olvidaremos y afortunadamente el video tape ya había nacido y es testimonio que les privó a grandes antecesores. Creo que la crónica escrita los detalló y siendo béisbol juego científico donde se describe la grandeza de equipos o individual a cada jugador, las estadísticas, primer deporte en establecerlas  y con toda la complejidad que ningún otro  logra no por pretensión sino por imperfección , situación que el beisbol no tiene.


¿A que voy?


La diferencia que hay entre juegos de conjunto, el béisbol se llena de aficionados.


Persistente y tenaz  y además admirable tu empeño de ubicar la estatua de Héctor Espino ya es un auténtico problema y se convirtiendo según aprecio en algo más, una estatua es solo un recuerdo inmaterial  que es símbolo y referencia de quien la observe, conocedor o aficionado muy joven pueden incluso preguntarse ¿ quién fue?


Si tenemos en la aparatología de vivales porque eso son ,directivos de Conaculta, Bellas Artes, Conade, federaciones deportivas , SEP  y tantas sobre todo un presidente como Plinio Escalante y todo eso  que son personajes de páginas periodisticas que no solo elevan y sobrepasan sus egos, quizá también bolsillos, silencio o indiferencia simulada  siguen ignorándote.


Encomiable tu labor para darle su lugar a Héctor Espino, más no olvides  que mientras “más va el cántaro al agua más pronto puede romperse”. Quizá sea más práctico que la Asocrodes y otras organizaciones estatales,  sin hacer ceremonias  y menos pedir, mediante un formato  dicotómico una encuesta  nacional  escogiendo a 3-5 o 10  máximos jugadores del pasado  siglo , votemos  y consideremos quien realmente mayor calidad exhibiendo porcentajes  sean de jugadores de campo y de pitchers para que los resultantes tengan su figura a modo de estatua  bien protegida en el estadio de su región de origen.


Respecto a Espino esa es no solo nacional sino internacional.


Que el gobierno de Sonora y más que nada el de Chihuahua su tierra natal y principal  hagan sin estatuas una biografía bien documentada y con eso basta para que aficionados lean y enseñen a hijos y nietos la Leyenda de Héctor Espino.

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